El aprendizaje de las reglas de convivencia y la puesta en practica del pluralismo debería posar en nuestras espaldas como sociedad. Como sociedad heterogénea, multiclasista, geográficamente diversa, ideologicamente amplia.
Este conflicto, si lo entendemos como oportunidad y no como desgracia, nos puede ser muy útil.
No es una tarea fácil, dada nuestra proclividad autista a la simplificación ideológica y a la banalidad del heroísmo. Inversión vulgar de aquella banalidad del mal que hablaba Hannah Harendt.
Descubrimos el federalismo, la riqueza productiva del interior y la necesidad de una representación política coherente y más directa.
Al construirnos como sociedad civilizada, podremos elegir modos de protesta mas adecuados que cortar rutas (empezando por el puente a Fray Bentos), parar intempestivamente servicios públicos o tomar arbitrariamente colegios y universidades.
Y aprender nos permitirá educar como soberanos al mandatario y ponerle límites.
Pasar de la queja perpetua a la confianza entusiasta.
En nosotros mismos.
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