"La vida me enseñó que a veces no es posible seguir agarrado a las cosas hasta que duelan las manos, hay que saber soltar a tiempo, antes que el dolor sea caro para las manos y las cosas." Sammy Szusterman (1951-) argentino, arquitecto y amigo

viernes, 10 de julio de 2009

en algún lugar sobre el arco iris

Que puede unir a Keith Jarrett con Mercedes Sosa?
El arcoiris acompañando el último viaje de Alfonsina?
Dos pianos preludiando la eternidad?
Una voz compartiendo la melancolía?
La emoción derretida en los dedos de KJ o la coloratura de la voz mercedina?

Despues, de Arlt, los virus rabiosos de la desidia, la patria rescatada de salvajes y populistas y el amor por la lengua madre...
Sólo la música. Sin fronteras.



1. Keith Jarrett, Somewhere over the Rainbow, música de Harold Allen y letra de E.Y. Harburg, Tokio, 1984
2. Mercedes Sosa, Alfonsina y el Mar, música de Ariel Ramirez y letra de Felix Luna, Vídeo extraído de la película Argentinísima,1972.
COMENTARIO DESTACADO
Un espacio para rendir homenaje a los que complementan mis reflexiones

ana. dijo...
...y en este lugar del arco iris está tu espacio, Miguel y estás vos con la música que logra mágicamente que el otro lado (el mío, esta mañana de invierno) se encuentre con el tuyo.
Si hasta me parece oir a Alfonsina, que desde la confluencia exacta de cielo y mar, (tal vez el origen del arco iris) nos dice:
"Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos... En el viento, al pasar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida ¿quién la recogerá? "

Un abrazo, Miguel
28 de julio de 2009 8:59

miércoles, 8 de julio de 2009

la patria en su encrucijada

La patria es el hogar de hogares.
A menudo hostil, expulsiva, implacable.

Otras muchas, cálida, acogedora y deliciosa.

La patria es nuestra tierra, pero mucho más es nuestra lengua, aquella que tiene a España en su génesis, su pasado y nuestro presente.
España tan peruana como uruguaya, tan mexicana como trasandina. Tan argentina. Hace tan sólo ciento noventa y tres años algunos solitarios y soñadores desafiaron al Imperio de los Dos Mundos. Al más grande y formidable imperio que jamás humanidad alguna concibió. Pero que una parte de él, a dios y sus gracias, no pudimos ni quisimos derrotar. Su lengua, nuestra madre lengua.

A través de ella, España nos legó lo mejor y lo peor de la españolidad, esa que junto a la italianidad y tanto barco abandonado por los mares se nos metió en los huesos hasta el tuétano.

En sus palabras: tramoya, traición, belleza, coraje, espanto, dulzura, resonancia, remembranza, letanía, ilusión, alegría, melancolía, crueldad, compasión, ilusión.

En esas únicas de eñes absolutas, extrañas a los oídos de un bengalí, australiano, ruso o camerunés: niño, mañana, cizaña, ensueño, risueño, patraña, cañaveral, viñedo, peñasco, ñaña, puño, terruño, engaño, pequeña, guadaña, hazaña... España.

Lengua que nos permitió inventar algunas como tango, canchero, compadrito, guita, fiaca, chanta, boludez, boletear, cafishio, cachufleta, cagazo, caretear, chabón, tano, dolape, cursi, fercho, faso, forrear, timba, luca, quilombo, minón, trolo, trucho, catramina...Argentina.

Lengua española, castellana, peninsular y castiza, de los reinos de León y Castilla, de los Andes, las pampas, el altiplano y las antillas. Sumamente cristiana, cristiana de la única y verdadera religión y tan mora, bereber y morisca, tan judía, conversa y marrana, tan italiana y tan latina.

Patria donde habitan juntos, día a día, unos rufianes llamados Cervantes, Lope de Vega, Calderón, Quevedo, Borges, Neruda, Gabriela Mistral, García Marquez, Perez-Reverte, Cortazar, Asturias, Alfonsina Storni, Machado, Hernandez, Galeano, Fontanarrosa, Benedetti, Alberti, Guillén, Martí, Lorca, Arlt, Sábato.... pardiez!!!

Los que forman nuestro hogar, nuestra verdadera patria.
Patria concebida por solitarios y soñadores hace tan sólo ciento noventa y tres años.
Patria grande, niña y pequeña, amplia y amena, limitada por sus cordilleras, aventurada hacia los cinco oceanos, adormecida sobre sus inmensas pampas, desplegada en su apiñada metrópolis.
Vital, compleja, contradictoria, creativa, arrogante, melancólica, adolescente...
...Argentina.

miguel sznajderman
8 d
e julio de 2009

Pienso en la patria como un sueño colectivo y complejo. Un sueño de personas que comparten sus destinos en un lugar determinado.
Determinado por sus sueños.
Con una bandera para colorear diversidades.
Con un himno para emocionar y aglutinar esperanzas.
Con próceres carnales transmutados en héroes cotidianos.

Una patria que dibuje un horizonte para meditar sobre el pasado, pero también para alcanzar y superar el futuro.
Una patria por construir.
Feliz día, patria.

domingo, 5 de julio de 2009

el virus rabioso


Y de pronto, como una de esas raras catástrofes sorpresa, una formidable epidemia se abalanzó sobre nosotros.
Haciendo honor a una larga tradición nacional, aquella que determina el origen de nuestros males en los malvados otros, y a imagen y semejanza de la crisis hipotecante multinacional, la pandemia mexicano-estadounidense nos atacó imprevista y ladinamente por la espalda.
Tradición no exenta de talento para transformar toda tragedia en un notable modelo de exportación conceptual:
"Aprenda el mundo como desparramar en poco tiempo, un virus indolente y controlable en el cuerpo de miles y miles de extrañados habitantes, desinformados, incrédulos y sorprendidos."
Y como dejar sin vida a muchos, muchos, muchos más que ni tiempo ni salvación alguna tuvieron a su alcance. Impiadosamente.
Es que este virus, a imagen y semejanza de toda guerra, a quién asesinó primero fue a la verdad.

Raras paradojas del ideologismo cerril y hostilizante.
Defensores a ultranza de la concepción paraestatista fracasando con estrépito, en una de sus indiscutibles y monopólicas obligaciones:

La salud pública
.

Traicionando sus tres deberes indelegables; información, prevención y atención. Deberes que los adalides del modelo "empresarial estatizante" no supieron, no pudieron y tal vez - lo que sería mucho más perverso - no quisieron respetar, en aras de la mísera supervivencia política.
Es así como nuestro autóctono populismo, al igual que tantas otras ideologías hermanas o enemigas a lo largo de la historia, siempre en nombre de gloriosos ideales, épicos, cautivantes y bellos ha fracasado una y otra vez en el cuerpo y en el alma de las personas concretas, de huesos y carnes, de dolores y sueños, de humores y amores, vecinas, amigas, queridas, cercanas y reales.
Me pregunto:
Abandonaremos algún día las pulsiones supraideológicas, las mezquindades embrutecedoras, la banalidad del heroísmo, la exaltación del pobrismo, el engaño travestido de corrección y nobleza, la tolerancia reiterada al fracaso, la manipulación de la pobreza, la exasperación descalificadora, la parálisis autovictimizante, la adoración por arcaísmos como "izquierchas y deredas"?

Trocaremos millares de "fueron ellos" por uno sólo de "somos nosotros"?



PD: Porqué la Argentina sufre de manera tan extraordinaria la gripe A?

sábado, 4 de julio de 2009

¿existe la felicidad para la mujer que trabaja?

En esta última de estas tres crónicas que he decidido compartir con ustedes, dejamos al arlt de la alta política, para disfrutar del arlt mundano, aquel que se acerca a las pequeñas incertidumbres, los pequeños sentimientos y las pequeñas razones de las pequeñas personas. Como nosotros.

¿Existe la felicidad para la mujer que trabaja?

Roberto Arlt 1

Es fina y delgada. Las espaldas ligeramente cargadas. Los dedos manchados de tinta. Un gabancito azul con vueltas de cuello de marinero. Abajo un sueter.
Empleada de escritorio. Veinticuatro años. Se ha sentado frente a mí. Habla.
- ¿Que reserva la vida para nosotras las empleadas?
Escucho.
- A la siete y media me levanto. Salgo de la oficina a las doce. En media hora almuerzo. Luego, otra media hora. Es en esa media hora en que puedo leer los diarios. Leo lo que usted escribe, a veces.
- Gracias.
- Salgo de la oficina a las siete y media. A las ocho en punto entro a una academia donde voy a estudiar inglés. A las nueve y media entro a mi casa. Ceno. Estoy cansada. Me acuesto.
- ¿Sábado inglés?
- Sí. Sábado. Por la tarde de 5 a 6 lección de inglés. El resto del tiempo, arreglar la ropa. El domingo por la mañana salgo de casa. No vuelvo hasta la noche. Mi viaje más lejano: hasta el Tigre y La Plata. Este año fuí a pasar los ocho días de vacaciones en un islote del Delta. En el islote estábamos yo y la famila en cuya casa dormía. Creía en la soledad. He leído que la soledad permite ordenar nuestros pensamientos, ahondar en el sentido de la vida. Fueron ocho días de desesperación. Es la última vez en mi vida que voy a una isla solitaria. Ahora estoy ahorrando para los próximos ocho días del año que viene, en el mes de enero. Quiero estar cerca del mar. Pero entre la gente. La soledad es un horror.
- ¿Novio?
- Uno. Lo dejé hace una semana.
- ¿Por qué?
- Él no podía respetar determinadas creencias mías. Comprendí que no nos entenderíamos jamás. Terminé fríamente con él.
-¿Gustos?
-Me gusta con locura la música. Toco discretamente el piano. Pero no tengo dinero para ir a los conciertos. No tengo tiempo para ir a los conciertos. No tengo dinero para comprar hermosos discos.
- ¿Sueldo mensual?
- Ciento treinta pesos. Cada vez que una va a echar mano a la cartera piensa: "En casa hace falta esto, aquello, lo otro". Cine. Me gusta enormemente el cine. Las películas que una tiene interés en ver se dan en las salas donde la entrada cuesta de 2 a 3 pesos. Hay que esperar a que esas películas lleguen a los cines del barrio. Pero cuando llegan a los cines del barrio muchas veces los cines están lejos de casa. Otras veces me encuentro cansada. El deseo de ver una película se borra en el aire. ¡Hay que levantarse temprano!
- ¿Deseos de casarse?
- No. No tengo ningún deseo de casarme. Pero tengo un deseo a veces incongruente. Un hogar, hijos. Una felicidad. ¿A qué felicidad me refiero? No sé. Quisiera haber nacido hombre. ¿Por qué no habré nacido hombre?
- Los hombres de esta ciudad tienen los mismos problemas que las mujeres de esta ciudad. Por reflejo comparten sus desdichas e imposibilidades.
- Quisiera ser hombre para lanzarme a cualquier parte. Si estudio inglés quizás lo haga con esa secreta finalidad. Ser libre. La definición en cierto modo no es exacta, porque soy libre. Sí, soy libre. Puedo llegar a mi casa a la hora que quiero. Ni mi madre ni mis hermanas me preguntaran donde he estado ni lo que he hecho. Soy libre. Soy libre en la definición externa. Pero en mi interior no soy libre. Observo el espetáculo de las mujeres en redor mío. Ninguna da señales de una auténtica felicidad. ¿Existe la felicidad?
- A veces, sí.
- ¿Profunda, completa?
- Sí, profunda y completa.
- ¿Es frecuente?
- No. Escasa.
- ¿Ve? Eso es lo que pienso yo. ¿En dónde se encuentran los motivos que nos impiden ser felices? Supongamos que yo estuviera enamorada. Seriamente enamorada. Me equivocaría en las cuentas. A veces, cuando me abandono a mis propios pensamientos, reacciono y me digo: "¡Te vas a equivocar..., y si hay diferencia en caja tendrás que pagarla de tu bolsillo!". Supóngase que estuviera enamorada. Mi tiempo libre para dedicarlo al hombre que quisiera no pasaria de dos horas. De 9:30 de la noche a las 11. A las 11 me tendría que ir a dormir. Es decir, un amor a tiempo fijo. El problema se resolvería casándose. Nunca llegaría a encontrar un hombre que ganara tres veces más de lo que yo gano. A lo sumo podria casarme con un empleado que gana 250 pesos. ¿Qué vida cumpliria yo junto a un hombre que no tiene capacidad para ganar sino ese sueldo? Conozco a muchos de ellos. Tienen ideas hechas, cuando tienen alguna idea. No saben hablar de nada que sea serio o importante. Jamás podría enamorarme de un hombre semejante. De allí que estudie inglés. Un idioma es una posibilidad de independencia. Una puerta abierta a otro mundo.
- ¿Se está constuyendo un mundo a base de voluntad?
- Sí, eso. Pero por momentos comprendo que toda mi voluntad accionando es falsa. Que la vida es otra. Que una no puede tolerar que los años se le escapen de entre los dedos sin dejarle entre ellos una sensación de gran felicidad.
- ¿Tan intensa es esa felicidad?
- No es exclusivamente mia. Es de muchas empleadas. Es decir, de muchas mujeres que trabajan encarnizadamente, y que un día, como yo, se acercan a usted para preguntarle un poco ingenuamente:
- Dígame: ¿existe la felicidad para la mujer que trabaja?
"Al margen del cable"
Diario El Mundo
23 de agosto de 1937

NOTAS AL PIE
1 Arlt, Roberto, El paisaje en las nubes, Crónicas en El Mundo 1937-1942, Fondo de Cultura Económica, 2009.

COMENTARIO DESTACADO
Un espacio para rendir homenaje a los que complementan mis reflexiones
Valeria dijo...

Este relato es hipnótico. No sé, lo he leído dos veces y tengo la sensación de que le falta algo. O más bien le sobra demasiado. Es como uno de esos mensajes subcutáneos que parece que profundizan mucho y sin embargo su aparente sencillez hace dudar.

Esta mujer no es infeliz porque trabaja. Es infeliz porque piensa. Es infeliz porque da por hecho que no se cumplirán sus expectativas. Idealiza la libertad, pero sabe certeramente que el precio de alcanzarla es la soledad. Incluso se pone trabas; excusas sobre “la felicidad estándar” y cree que si le dedica tiempo a ésta, le restaría eficiencia.

Toca todas las teclas de la queja: falta de tiempo, falta de dinero, cansancio, exceso de trabajo, compañeros insulsos y pobres como ella... Con esa retahíla como mochila de viaje es imposible ser feliz. Y tranquiliza mucho quedarse con la excusa de que el culpable es el trabajo.

No sé, el secreto de la felicidad es siempre teórico. Como esa frase de ¿Sartre? “La felicidad no es hacer lo que uno quiere, sino querer lo que uno hace...” ¿Quién puede hacer eso? ¿Los resignados, los conformistas, los sabios...?

Me ha gustado leer a este articulista, utiliza un discurso suave -un calificativo que detesto y sin embargo con este autor alcanza otra altura- pero esa suavidad no camufla una intención, tal vez incisiva, de denunciar nuestra apatía. Una apatía histórica y endémica. Actuar es difícil. Actuar bien es casi un milagro. Los apáticos (grandes mayorías) no arreglan pero tampoco estropean. Sufren lo que otros malhacen y ¿gozan? esporádicamente lo que otros bienhacen.

5 de julio de 2009 19:14

miércoles, 1 de julio de 2009

buenos aires, paraíso de la tierra


Si la anterior crónica nos impacta, como bien dice nuestro amigo el Dr. Krapp, por su atemporalidad, la siguiente impresiona por su clarividencia. Escrita sólo dos años antes de la gran catástrofe, cuando Europa soñaba con el elixir del apaciguamiento.


Buenos Aires, paraíso de la tierra
Roberto Arlt 1

A ninguno de los ciudadanos que por la mañana despiertan en esta ciudad y miran por el visillo el humor que muestra la cara del cielo, se les ocurre pensar que habitan en uno de los pocos oasis de la tierra. Es decir, del planeta redondo.
No; no se les ocurre.
Es tan natural despertarse sosegadamente, mirar el reloj, entrar al cuarto de baño, salir, tomar el café con leche, lanzarse a la calle y subir a un tranvía, que semejante rutina hace exclamar, a más de uno, estas palabras disconformes:
- ¡Que vida aburrida la de esta ciudad!
Las únicas ruinas que el habitante encuentra al paso son las promovidas por las piquetas de los subalternos del intendente. El intendente, sea dicho entre paréntesis, parece regocijadamente dispuesto a tirar abajo la ciudad. Por momentos le recuerda a uno de esos funcionarios de las novelas de Anatole France, cuya actividad extemporánea pone de patas para arriba las administraciones más cristalizadas en una deliciosa rutina.
Las ruinas producidas por los subalternos del intendente son los únicos espectáculos catastróficos que salen al paso del habitante de esta ciudad.
Luego paz. La paz muslímica. El peligro en los volantes de los colectivos. Luego la paz. La paz de la noria. La paz del villorrio campesino.
El aficionado a las emociones fuertes tiene que entrar al cine. Ver pasar ante sus ojos los informativos. O leerse las revistas. O examinar las fotografías que publican las revistas. Por supuesto, fotografías de las ciudades extranjeras. Europeas. Un anciano que entra con su nietecito a una farmacia a comprar una careta contra los gases. El nietecito que se prueba la careta, el anciano que sonríe al modo de los ancianos de Cimabue. ¡Gracioso y sumamente edificante!
O una señorita piloteando una motocicleta con doble juego de ametralladoras. O la reina Guillermina leyendo su mensaje al Parlamento: "Para salvar la espiritualidad necesitamos armarnos". O una anciana arrojándose desde un avión en paracaídas y recibiendo las felicitaciones de un cónclave de octogenarios. O un párvulo, mejor dicho una cuadrilla de párvulos despanzurrando a una imaginaria brigada de párvulos enemigos. O una ciudad - esto no es imaginación - hecha materialmente trizas en sus estructuras, después del paseo punitivo de una escuadrilla de aviones enemigos. O un buque de carga tumbado sobre su línea de flotación. O multitudes cargadas de colchones, cacerolas, almohadas, cestos, huyendo de las cortinas de la muerte que avanza.
¿Cuantas formas distintas ha revestido la muerte en las ciudades de Europa hoy?
¿Existe un hombre, un hombre que hoy se haya molestado en calcular cuantos hombres, cuantas mujeres, cuantos niños perecen de muerte violenta, hechos añicos por las bombas, por desplomes, por las granadas, o destrozados por los gases, por los fusilamientos, por el hambre, y por las pestes? ¿Existe un hombre que hoy tenga el coraje de decir: " Vivimos en una de las etapas más acabadas de la cultura científica, asistimos criminalmente impasibles, diariamente, al asesinato cruel de millares de seres humanos inocentes de toda culpabilidad, y nos cruzamos de brazos"?
No existe ese hombre, ni existe ese calculista.
Insisto: vivimos en uno de los escasos oasis del planeta.
La muerte se pasea en Europa y en Oriente con una agresividad de la cual no se guarda memoria en ningún momento de la historia. Las que llamamos etapas bárbaras de la vida de la humanidad son episódicas deflagraciones comparadas con esta feroz asiduidad con que Europa y Oriente se preparan para la carnicería, cuyos estallidos presentes revisten una ferocidad terrorífica, no imaginada por ningún novelista.
Hace veinte años combatían los ejércitos. Hoy, con toda naturalidad, se anuncia que una ciudad será barrida de la superficie de la tierra, con todo aquello que contiene, vivo y muerto. Grande y pequeño. Y la ciudad es barrida, y algunas 24 horas más tarde, los noticiarios se exhiben en todos los cinematógrafos del planeta.
Insisto:
Vivimos en uno de los oasis de la Tierra. Quizá en el mismo Paraíso.
Sabemos que despertaremos en el mismo lecho donde nos tendemos a cerrar los ojos. EL HOMBRE DE EUROPA sabe donde se acuesta a dormir, más no sabe donde despertará. Y si despertará. La muerte, las mil formas técnicas de la muerte violenta están suspendidas sobre su cabeza. Cada día, una espada invisible muerde más y más la cutícula de aquel hilo que sostiene la espada sobre su cabeza. Espada que es la granada, la bomba aérea monstruo, la nube de gases, la lluvia de veneno, la atmósfera de las cortinas bacteriológicas.
Cada país de Europa es hoy un vasto presidio donde las multitudes prensadas entre murallas de cemento preparan a tres turnos, bajo la vigilancia de sus carceleros, los mecanismos que en un momento dado echarán a funcionar para desparramar la muerte y la locura.
Europa trabaja a tres turnos en el preparativo de su suicidio. Tres turnos vertiginosos y cada vez más acelerados. Hay prisa por acercarse a los confines de la muerte definitiva.
Aquí en Buenos Aires, despertamos desahogadamente y nuestra única preocupación es correr el visillo para mirar a través de los cristales el humor que muestra la cara del cielo.
¡ Y nos consideramos desdichados!
"Tiempos presentes"
Diario El Mundo
24 de setiembre de 1937

NOTAS AL PIE
1 Arlt, Roberto, El paisaje en las nubes, Crónicas en El Mundo 1937-1942, Fondo de Cultura Económica, 2009

COMENTARIO DESTACADO

Un espacio para rendir homenaje a los que complementan mis reflexiones
Valeria dijo...

La desdicha de la paz, de los que no tienen una misión, un objetivo, una lucha... que no sea la propia rutina de supervivencia.
La paz como un ideal, que después defrauda con su grisura, con su monotonía, con su liturgia, con su no-sentido. No conocer jamás situaciones límite, que arrancarían gritos de suplica por volver a esa plácida y aburrida repetición.
El mundo animal se mueve muchas veces en ese equilibrio espantoso: Comer o ser comidos.
Los humanos se mueven en otro equilibrio aún más demencial: Destruir o ser destruidos.
La paz significa ahondar dentro de uno mismo, buscarse y buscar al otro, y eso nadie quiere hacerlo.
La convulsión, las guerras, las conquistas, la riqueza... implican siempre acción, la acción vive siempre fuera de uno, y deja una impronta inmortal en el atroz sendero de la historia, una huella que llena de vanidad a sus actores.

3 de julio de 2009 7:08


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