"La vida me enseñó que a veces no es posible seguir agarrado a las cosas hasta que duelan las manos, hay que saber soltar a tiempo, antes que el dolor sea caro para las manos y las cosas." Sammy Szusterman (1951-) argentino, arquitecto y amigo

miércoles, 12 de agosto de 2009

retorno al hogar

Fundación Proa, La Boca, Buenos Aires, Caruso Torricella architetti


Texto que he preparado para ser leído ante mis alumnos al inicio de clases, el próximo 19/08/09: 1

Después de casi 22 años vuelvo a la docencia a mi antigua y querida casa.
Mi última experiencia docente, como esos castillos fugaces que la marea de lo imprevisible arrastra, terminó allá a fines del 87.
Compartí el último año de mi formación y los dos primeros como profesional en la docencia junto al arquitecto argentino Antonio (Tony) Díaz, en la cátedra de Arquitectura I a IV, que llevaba su nombre. Años intensos, de debates duros y cautivantes, de batallas ideológico-arquitectónicas, de efervescencia y esperanzas, de anhelos y perspectivas. Una renovada visión de la modernidad estaba bullendo al interior de la cátedra, planteando nuevos desafíos y nuevos caminos.
Sin embargo su camino se bifurcó con rumbo a la capital de la madre patria, cerró su cátedra y con el suyo muchos de nuestros sueños en la docencia se desviaron, se adaptaron o simplemente terminaron.
Elegí el último de ellos, tal vez por frustración, por cansancio o simplemente porque preferí direccionar mis energía hacia la construcción de mi devenir profesional.

Pero no soy yo el centro de esta nueva historia, de esta pequeña nueva aventura que trataremos de compartir.
Son ustedes y en sus manos está en elegir ser protagonistas o espectadores de la notable aventura de forjarse un destino profesional.
Porque de eso se trata, en última instancia. Advertir que en algún momento de la carrera dejarán el lastre de ser estudiantes y comprenderán que en muy poco tiempo la calle, el mundo y sus propios ojos los verán como profesionales.
No pretendo, que esta materia pase a ser el centro de la carrera, ni que sea la bisagra que cambie vuestras vidas, ni que defina su importancia más allá del valor intrínseco de la misma. No tengo el más mínimo afán de sobredimensionar su importancia sólo por agitar mi ego, por ser docente de ella. Sólo me conformaría con alguna cuota de entusiasmo, algún mayor interés por sobre la media, alguna esperanza para sacudir la modorra y el conformismo.

Cuando estudiaba, la primera incógnita que teníamos al empezar un nuevo curso - y no creo que haya cambiado demasiado - era la siguiente:
Este tipo sabe? Cuanto sabe? Sabe transmitir? Sabe enseñar?
Y aquí viene la primera de las cuestiones con que intentaré jugar con ustedes en este pequeñito cuatrimestre.

El conocimiento.

Y yo les contesto rápidamente la pregunta del millón.
No, no sé y si es nada mejor.
Es que el conocimiento no es un tesoro, ni un bien tangible, ni una cosa poseída por uno y anhelada por otros como receptáculos pasivos de la misma. No existe el camino unidireccional que los pedagogos de la chatura pregonan con insistencia . Un emisor activo y un receptor pasivo. El primero agente de poder y verdad transmitiendo la misma al segundo, receptor, oyente, espectador o fin último de la enseñanza, obligado por las circunstancias y en este caso la currícula.
Lo que ocurre es que el conocimiento ni se tiene, ni se acumula, ni se adquiere, ni se transmite, ni se posee, ni se ostenta, ni se detenta.

El conocimiento es sólo un método, una praxis, una actitud. No es una línea, es un círculo, una espiral o una estrella. Radial y luminosa.
El conocimiento es una actitud frente a las cosas y sus sentidos, anhelo de saber, más que de enseñar. El conocimiento clama por libertad, circula entre enseñantes y enseñados. Y hace cambiar permanentemente sus roles.
Es ejercicio inherente al pensamiento, altera, cuestiona, subvierte. Es certeza de la duda.
Enseñar un conocimiento sin aprender es dogma, doctrina, abuso de poder.
Conocer es compartir, disolver la disyuntiva frustrante del ego, aquel que dice yo sé, vos no.
El conocimiento nos abre a la excitante aventura de atravesar el desierto de la ignorancia, aquella en la que estamos condenados a vivir, desde el día que abrimos los ojos, cuando aprendimos a escribir la primer palabra, una vez que atravesamos la primera puerta en la universidad, cuando nos encontramos con el desafío del primer cliente, en la primer reunión con el asesor estructural o termomecánico. Y en la última también. La que tuve ayer.

La ventaja de no saber es soportar la incomodidad de la ignorancia, preferir las largadas a las llegadas, es el placer por la respuesta inesperada, por la solución reparadora.

Que vamos a tratar juntos de aprender este cuatrimestre?
Vamos a hablar de materialidad. De materiales y materialización de proyectos. No es una materia técnica, ni es una materia proyectual. Pero las integra a ambas. Al igual que en nuestra vida profesional.
Vamos a tratar de pensar juntos que significa para un arquitecto en tanto hacedor, constructor o proyectista del vacío o sea del espacio, materializar sus límites.
Y es que podemos optar por trabajar hacia la materialidad o desde la materialidad. Elecciones que no se invalidan entre sí. Desde la abstracción y la intencionalidad subjetiva hacia la materialización, hasta el fenómeno concreto.
O desde la materialidad hacia la subjetividad de lo que expresa la misma. Una idea construida con un material o las ideas subyacentes que ese material transmite.

Podemos elegir ir hacia o desde la materialidad, lo que no podemos evitar al pensar, proyectar y construir arquitectura es trabajar con la materialidad. Y aquí se hace vana la discusión sobre la esencia de la arquitectura, si es una idea construida o es una construcción que produce ideas. En cualquiera de los casos el material, la materialidad y su materialización son nuestros compañeros, medios y fines necesarios e inevitables de nuestra praxis profesional.

Materializar un proyecto es cumplir con cinco requisitos básicos.

El primero dice que todo lo que hagamos en el aire debe llegar a tierra.
De la manera más noble, simple, elegante y económica posible. La tectonicidad de nuestros proyectos debe ser nuestro norte. Jugar con las atectonicidades, planos que sugieren apoyos inexistentes, cielorrasos que transmiten levedad y suspensión espacial, la liviandad de ciertas estructuras son juegos que muchas veces nos atraen, pero no niegan el principio de las fuerzas. Fuerzas que llevan las cubiertas, los muros, las losas, los soportes verticales, los revestimientos a la tierra . Y si no las conducimos con equilibrio, precisión y técnica, las fuerzas se encargaran de llevar al nivel cero de forma caótica y abrupta toda nuestra ineficaz imaginación.

El segundo es que toda construcción debe ser resistente a los enemigos naturales externos. La corrosión, el viento, el fuego y el Voldemort de los arquitectos: el agua.
De nada sirve diseñar esbeltas estructuras, macizos muros, delicadas cubiertas y lucernarios, jugar con transparencias y opacidades, provocar con la ambigüedad interior exterior, calificar espacios con colores, texturas y por supuesto emociones y sensibilidades, si el agua todo lo arruina y vence.
Y nos vence muchísimas y muchísimas veces. Más de la que nuestros clientes están acostumbrados a tolerar. La resistencia al viento, las condiciones antisísmicas cuando son requeridas, la prevención proyectual y material contra el fuego deben ser consideradas, respetadas, resueltas y jamás menospreciadas.

El tercer presupuesto elemental es que debemos otorgar confort. No a los edificios sino a las personas que habitarán nuestros espacios. Confort no es una banal aspiración pequeño-burguesa. Confort es no sentir frío, ni calor, estar relajado y seco, disponer de iluminación para trabajar o para hacer el amor, tecnología para alimentarnos y comunicarnos, sanitarios adecuados para aliviar cotidianas urgencias. Confort también implica que las mismas instalaciones que lo proveen no generen por ineficiencia y mal diseño, disfunciones como humedad, incendio, shocks eléctricos o el no tan banal y cotidiano reseteo de nuestras computadoras.

El cuarto requisito básico es que las construcciones tengan un envejecimiento noble y previsible. La elección de los materiales, el diseño de sus detalles, los modos de ejecución deben estar en función de la durabilidad. Poco importan bellas casas o magníficos edificios, que regocijan a nuestros clientes en la inauguración - siempre y cuando el precio final sea lo más próximo a nuestro presupuesto - si al año o a los diez el deterioro por la ineficiencia o incompatibilidad del material para la función para la cual fue elegido supera la tolerancia admitida por esos crueles personajes que eligen contratarnos.

El quinto compromiso es la buena construcción. Lo construido y sus procesos son también imprescindibles. Un buen detalle debe ser pensado desde quién y como lo va a ejecutar. El correcto proceso hace a toda buena construcción. Los solados no deben despegarse. Los revestimientos deben mantener su estabilidad. Los muros no deben agrietarse. Las cubiertas deben ser impermeables. Será invalido haber logrado una óptima relación con el exterior en una piel de vidrio si el punto de rocío determina condensación en el interior, generando malestar, humedad y disconfort.

Algunas consideraciones finales. Me formé en una cátedra que enaltecía el valor de la copia por sobre la originalidad, entendida a ésta en su vertiente acultural y rupturista. Originalidad valiosa en muchas circunstancias, cuando los vientos de la historia y sus cambios culturales lo requieren o cuando talentos excepcionales expresan sus ideas en destacadas y maravillosas obras.

Me refiero a la media, esa que a fuerza de empeño, sacrificio y no menos talento conforma la mayoría silenciosa de la matrícula profesional y a la cual invitamos a ustedes a integrarse.
Y en la media todo buen profesional copia. Copia desde la fuente inagotable de la cultura que pertenece. Se deja influenciar, disfruta, envidia, observa, admira, camina, aprende de los otros, consciente o inconscientemente. Como el lenguaje materno, la cultura de lo construido nos invade por ósmosis.

El problema no es copiar, sino evitar pensar. Tomar referencias, utilizar el copy and paste que google nos pone a la mano es legitimo y valioso. El problema es el copy and paste y nada más. Irreflexivo, acrítico y vulgar. La solución sería copy, paste but think it. Ningún problema se genera cuando tanto como estudiantes o arquitectos, ustedes investigan, buscan detalles, analizan soluciones ajenas, copiando y pegando. Siempre hay alguien que pensó antes y mejor que nosotros un problema. También lo habrá después, incluyendo algunas piezas de nuestra composición.

Pero si no piensan cuando copian y pegan, si no adaptan un detalle o una solución constructiva o proyectual a lo que efectivamente están necesitando resolver, de nada les servirá. Y es posible que en la universidad, sobre todo en esta universidad de la masividad indiscriminada, puedan zafar, aprobar la materia raspando. Pero en el duro escenario de las relaciones contractuales, económicas y sociales que se van a ver enfrentados cometan errores que no sólo harán pagar caros a sus clientes sean privados o estatales, sino también a ustedes mismos. Su credibilidad, su profesionalidad y en última instancia su patrimonio van a recibir el impacto. Y son olas que arrastran, complican y cuestan mucho remontar.

Ser profesionales y profesionales de la arquitectura implica un gran compromiso con la economía, la ecología, la tecnología y la sustentabilidad del hábitat artificial que compartimos y fabricamos día a día.

Estoy aquí para ayudar a pensar buenos espacios, buenos edificios, bien construidos, estables, nobles en su envejecimiento, confortables, tecnológicamente adecuados y económicamente sustentables.



Estoy aquí para aprender con ustedes.


Templo Amijai, Buenos Aires, Penedo Urgell Penedo arquitectos

NOTAS AL PIE
1 Materialización de Proyectos, MP, Cátedra Arq Viviana Miglioli, (materia obligatoria cuatrimestral). Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo, Universidad de Buenos Aires
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