
En una
entrada anterior hablé de
"...nuestra proclividad autista a la simplificación ideológica y a la banalidad del heroísmo". Inversión vulgar de aquella
banalidad del mal que hablaba Hannah Arendt".
La banalidad del mal remite a una trivialización de la crueldad, una forma de admitir que los extremos de la sinrazón humanas son más "comunes" de lo que estrictamente creemos.
Cuando una sociedad despliega lo "insustancial" de su maldad, la vehiculiza tanto a través de sus normativas, como dentro de su imaginario.
Sin embargo la maldad no es el único objeto social que se banaliza. Existe un concepto inverso a los extremos del mal y sus múltiples variedades.
Próximo a valores más nobles y relevantes como la virtud y la justicia: El "heroísmo".
Una primera aproximación al concepto del héroe, lo tenemos en la Illíada y la Odisea, donde seres especiales con capacidades extraordinarias y en contacto pleno con las divinidades, logran objetivos sobrehumanos o inalcanzables. Son héroes épicos. De Aquiles a Ulises, pasamos del héroe trágico que busca la muerte en la batalla, al héroe astuto que mediante ardides, disfraces y engaños logra un fin más "humano", la supervivencia.
Al acercarnos a una visión más moderna, según Fernando Savater, podemos considerar al héroe como ..
"quien logra ejemplificar con su acción la virtud como fuerza y excelencia".
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A su vez
"el héroe, a pesar de sus aparentes fracasos, es quien prueba que la virtud es la acción triunfalmente mas eficaz".
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Indudablemente toda sociedad necesita referenciarse en personajes "heroicos", que expresen la valentía y el desprendimiento personal en aras de valores comunes fundacionales. A medida que los tiempos iniciáticos (revoluciones, independencia) o los hitos traumáticos (guerras, invasiones) van quedando atrás, las sociedades convierten a esos seres comunes enfrentados a disyuntivas excepcionales, en próceres, transformando sus valores e idearios en motivos de aglutinación y convocatoria.
Esos valores "heroicos" no son unívocos y absolutos. Valores en un principio considerados como universales, se parcializan, se sectarizan, se convierten en intereses.
Valores e intereses que inicialmente entran en colisión hacen que muchas sociedades resuelvan sus conflictos, por medio de enfrentamientos y violencia. Pero a medida que las mismas van evolucionando a estados superiores de civilización, esas tensiones se canalizan a través del debate de ideas, la puja de intereses y el consenso, en un continuo, reiterado y creativo marco de desarrollo social, cultural, político y económico.
Pero que ocurre sin embargo, cuando se cuando se banalizan esos valores "heroicos", complejos y profundos. Que suceden cuando sociedades ricas en diversidad, simplifican y trivializan sus "ideales".
Podemos empezar a hablar de una cierta
banalidad del heroísmo.
Muchas sociedades se han dejado infiltrar por ese virus silencioso, pero no menos activo. Ceden a al tentación pueril de abandonar el camino de la evolución, un camino menos romántico, pero más efectivo y conducente.
Lamentablemente aún debemos incluirnos en esa categoría.
Estuvo en nuestro pasado, está en el presente, en nuestro modo cíclico de construir "relatos" parciales del mismo.
Abarca también, la visión idealizada y "heroica"de nuestro futuro.
Recorre la acción, imaginaria o real, pero integra también los discursos y el pensamiento de dirigentes y ciudadanos.
Rastreando en nuestro inconsciente colectivo se advierte una propensión viciosa a construir grandes abstracciones idealistas, a admirar trascendentes batallas épicas plenas de principios extremos. A todo a o nada. Como quijotes destemplados. Fuera de tiempo, dentro de otros contextos, otras circunstancias. Eslóganes vacíos que confunden la mirada pasada y envenenan el porvenir.
Construcciones heroicas, pero banales, insulsas, vulgares.
Sobran ejemplos.
Nos (auto) convocamos como adalides en la lucha contra la pobreza, pero ignoramos a esa persona concreta, "pobre", de carne y hueso.
Adoramos las dicotomías totalizadoras, del tipo "liberación o dependencia", pero seguimos esclavos de nuestra incapacidad de resolver complicaciones cotidianas, dependientes de nuestra desmesura.
Le dimos a la patria una equivalencia necrológica (patria o muerte) o una equivalencia por oposición (patria o colonia). El lugar de la existencia por la negación, cuando la patria es la afirmación de sus habitantes, es el lugar para el desarrollo, la creación, la producción y la convivencia. Un espacio común, terreno fértil de oportunidades y esperanzas.
Preferimos elevar de categoría a la "lucha", devaluando la concepción de "construcción". Construcción colectiva, no exenta de conflictos internos o externos, pero inclusiva en su diversidad. La lucha requiere de enemigos, cava trincheras reales o ficticias, necesita la culpabilidad del otro. La construcción requiere de compañeros, de socios, de aliados, del otro al-lado.
Podemos detectar muchos más ejemplos (algunos muy actuales) de esta fascinación por la
banalidad del heroísmo, y que confirman esa tensión permanente entre la evolución hacia horizontes más fructíferos y la permanencia en la adolescencia perpetua. Entre ser protagonistas de nuestro desarrollo o permanecer como extras (auto) victimizados.
Destrabar esa sinrazón, derribar las trabas mentales, abandonar prejuicios y simplificaciones, construir puentes de convivencia y ampliar nuestras fronteras culturales son nuestras más apremiantes asignaturas pendientes.
Cierro con dos ideas fuerza para ayudar (nos) a desbanalizar el heroísmo en su doble óptica social e individual.
"En el plano social, más allá de los héroes individuales, la democracia es la realización ético-política mas heroica que se han propuesto los hombres".
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"Basta un instante para hacer un héroe y una vida entera para hacer un hombre de bien". 4
1 Fernando Savater "La tarea del héroe" 1981, pag. 65,68
2 Javier Prado Galan "Fernando Savater, grandeza y miseria del vitalismo" 2001, pag. 157
3 Ibidem, pag. 157
4 Paul Brulat (1866-1940), Escritor francés.