Pensar no es saber cosas, sino aprender a compararlas… No es esocoger entre dos cosas, sino descubrir todos los matices que las separan. Por eso el desarrollo de la inteligencia va acompañado del aumento del vocabulario. Conocer más palabras no significa que seamos más cultos, sino más capaces de comparar sus significados.
Enrique de Hériz, escritor y novelista catalán (1964-) 1
La Argentina ha decidido direccionar sus esfuerzos, proyectos, energías y estrategias vitales hacia el pasado. No hablo de un pasado para rememorar, homenajear, conmemorar, despreciar o revisitar. Hablo del pasado como obstáculo obsesivo, como fijación indolente, como ancla retrasante, maniquea, voraz, desesperanzadora. Pasado como negación de futuro y asfixia del presente. Pasado como matriz reaccionaria para confundir y manipular.
Y estamos hablando del pasado que nos barrió impiadosamente ente el 76 al 83. La última dictadura militar. Hace 33 años y tan absurdamente vigente.
De un pasado intencional y sesgadamente limitado a esos pocos años. Como si el maleficio no tuviera antecedentes ni consecuencias. Pero también como si fuera único. Patente exclusivísima de la historia. Como si otros pueblos y latitudes y momentos no hubieran sufrido circunstancias iguales o peores a las nuestras.
Uno y sus circunstancias
Tengo 50 años. Empecé con 16 aquel 76, terminé los dos últimos de mi secundaria, hice el servicio militar a los 18 e inicié mi carrera universitaria a los 20. Voté por primera vez aquel memorable octubre del 83 con mis primeros 24.
Jamás milité en agrupación política alguna, descontando mi paso por el sionismo juvenil de mi primer adolescencia. Sobre este último tema ya me he explayado en dos anteriores posteos. Sin embargo mi corazón y la marea de mis pensamientos siempre se volcaron hacia la centroizquierda democrática, socialista, o socialdemócrata para ser más precisos. Más allá de algún fugaz coqueteo intelectual y universitario con alguna faceta más propiamente marxista. Mareas de la época.
Años despúes supe que una muy amiga y compañera de banco de la escuela secundaria, a la que yo creía meramente "militante comunista" había formado parte de cuadros juveniles del ERP 2. Se exilió a tiempo. Por lo que su agenda con mi nombre y otros compañeritos jamás llegó a torturador alguno. No era tonto, pero sí decididamente ingenuo.
Se salvó, nos salvamos. Miles no.
Siempre tuve un mayor rechazo al anticomunismo que a su oponente, tal vez por la fragmentada, juvenil y equivocada conciencia de que el mal sólo se anidaba en "las derechas" y en todo lo que se interpretara como reaccionario o conservador. Con los años aprendí que la miseria, la maldad, la brutalidad, el totalitarismo, la opresión y la barbarie ocupa de ancho a ancho, de frontera a frontera, de extremo a extremo toda nuestra débil humanidad sin compromiso ideológico alguno.
Estuve presente, veloz y a las carreras en aquella humeante jornada convocada por la CGT 3 del 30 de marzo del 82, memorable, bella y épica, donde gritabamos por vez primera aquellas "sevacabar sevacabar la dictadura militar.... sevacabar, sevacabar .....", entre pequeñas muchedumbres que se abroquelaban en una esquina y se desparramaban hacia otras, enfrentando arrogantes y temerosos la carga de la infantería policial, confundida, vengativa, enojada con nuestra insolencia irreverente. Eran gritos de hastío, desafiantes, llenos de pánico y alegría, ofuscados, enojados, esperanzados.
Fuí sólo. Volví sólo. No fuí detenido ni aporreado como otros. Me salvé, muchos nos salvamos.
Tres días después el alcohol de un general extraviado llenaba de humo, frío, balas y horror la vida de centenares de soldaditos correntinos en unos desolados y hostiles parajes malvineros. Cuatro años antes estuve con otros miles de niños-jóvenes uniformados a punto de combatir en una absurda guerra con otros niños-jovenes trasandinos, por unos malditos peñascos perdidos al sur del estrecho de Magallanes, en un canal llamado Beagle.
Me salvé, cuatro años después, otros ... no se salvaron.
Desde el 80 al 83, fuí conociendo los crímenes estatales y paraestatales, gracias a aquel viaje profundo por Israel y leve por los Paises Bajos, donde pude cruzar mi ignorancia con la denuncia de jóvenes europeos mejor informados. Desaparecido era una palabra oscura y novedosamente aparecida.
Tomé conciencia de la infamia y participé de cuanta marcha, manifestación y reclamo en defensa de la punición de los responsables del terrorismo estatal. Apoye el reclamo de las víctimas, me solidaricé íntimamente con ellas. Su compromiso fue el mío.
Circunstancias pendulares
Vinieron los años de la construcción y refundación democrática, años de esperanza y decepción, de juicios pero también de perdones, obediencias debidas e indultos prematuros e injustificados. Años de desazón para esas víctimas, de negaciones, rechazos, insultos, maltratos y humillaciones. Años donde los criminales, torturadores y rufianes negaban una y otra vez lo ocurrido. Años donde la corrección política de la época señalaba falsos desaparecidos viviendo en paradisíacas playas caribeñas.
Sin embargo la violencia, la crueldad, la ignorancia y la brutalidad no empezaron banalmente un malicioso 24 de marzo de 1976. 4 Porque hubo otras víctimas y otros victimarios desde mucho antes. La historia oficial mutante y dañosa ocultaba y oculta sus otras propias historias.
No hubo una guerra convencional entre estados, ni civil entre hermanos. Más bien, una espiral diabólica de inicios confusos, oscuros y tendenciosos. Insurgencia y represión, cadenciosos golpes de estados, violaciones de derechos civiles y luego humanos, atentados discriminados e indiscriminados, atisbos de guerra revolucionaria y asonadas militares, bastiones de venganza reciclable, guerrilla pseudo-romántica degenerada en tosco terrorismo y finalmente terrorismo estatal. Años de descreer en la democracia, en promover la inexistencia física y simbólica del otro, en imponer la verdad única por ser simplemente propia.
Muchos de los actores de aquellos años justifican hoy su accionar en las condiciones objetivas y subjetivas de la época:
- Hay que haber vivido en aquellos años para entender que el plomo era la única respuesta posible a la injusticia reinante.
Cualquier bando, facción o grupo de poder opuesto suscribe descarada y automáticamente tal falacia. Cero reflexión, cero autocrítica, cero compromiso. Cero búsqueda de verdad, cero reconocimiento del otro. Suma Cero.
Durante la cruel dictadura vivimos años en los que para el poder y las buenas conciencias las palabras "izquierda, socialismo, comunismo" significaba oprobio, rechazo, condena y censura.
Sin embargo, el cruel péndulo nacional ha vuelto a las andandas. Ahora vivimos años en los que para el poder y las buenas conciencias las palabras "derecha, neoliberal, conservador" significa oprobio, rechazo, condena y censura. Lenta, casi silenciosamente, sin advertir la sinrazón del cambio hemos sido embarcados en un no tan apacible viaje neo-maniqueísta. A imagen y semejanza de la corrección política nuevamente travestida. Donde el otro no cuenta, sólo se lo niega o desprecia.
Brutal manipulación del poder de turno, de aquellos que fueron indiferentes, vulgares colaboracionistas o especuladores inmobiliarios en los llamados años de plomo, que ahora reclaman para sí la corona de la gloria reivindicadora y justiciera. Como aquellos falsos resistentes franceses, petainistas ocultos en los pliegues del poder invasor alemán de los cuarenta, que salían a cortar cabelleras de mujeres acusadas de "collaboration horizontale o sentimentale" sólo para ocultar su propia infamia, acomodo y traición. 5
Muchos de nosostros, sin dejar de agradecer a la providencia de que no fuimos ni victimas ni familiares de ellas, empezamos a revisitar la historia y su pasado, tal vez por cansancio de escuchar verdades reveladas y repetitivas, quizás por nuestra obsesiva busqueda de la verdad incorrecta o por un simple anhelo superador.
Y a tratar de agregar al bello discurso oficial un poco de vocabulario discriminatorio para confundir en primera instancia lo absoluto, para intrepretar luego todas las circunstancias, para descubrir nuevos o viejos matices y también para comparar significados, como nos lega hoy don Enrique de Heriz en el acápite del presente.
Limpieza étnica, terrorismo de Estado, genocidio, masacres, secuestros, crímenes, atentados, asesinatos políticos, guerrilla urbana, terrorismo faccioso. No son lo mismo, no significan lo mismo. El discurso oficial se inflama de insolvencia, indiscrimina, iguala, abusa de las palabras, agrava, agravia, confunde, sesga, violenta sutilmente.
En la Argentina de los 70, hubo terrorismo de Estado? Si. Genocidio? No. Limpieza Étnica? No. Guerrilla urbana y terrorismo faccioso? Sí. Masacres, secuestros, crímenes, atentados, asesinatos políticos? Sí.
Y víctimas? Muchas, muchas, muchas.
Victimas y justicia
No me interesa la justicia de facciones. Es más, muchas veces la justicia a secas resulta ser una arbitrariedad consentida socialmente, amén de temporal y tendenciosa. Nüremberg con sus ocultamientos y cortes sesgados lo prueba. La justicia nunca es inocente ni ingenua. Siempre es parcial e incompleta. Alivia temporalmente a las víctimas, pero no les facilita ni permite su necesaria y personalísima liberación.
Sólo me interesa la verdad y la reconciliación profunda, honesta, leal y silenciosa. No entre víctimas y victimarios, sino entre víctimas de barricadas opuestas. Por más dolorosas, incorrectas e injustas que sean. Anhelo íntimamente la flecha reparadora que viaja hacia el futuro. Deseo perturbar la implacabilidad de ese péndulo inflamado, cargado de un resentimiento agobiante, con su vaivén maliciosamente oculto y agazapado, preparando su vindicta, para aprovecharse nuevamente del destino, gracias a nuestra odiosa y patética soberbia.
No quiero caer en la bastardización maliciosa de la historia. No hace falta explicar que los crímenes estatales son múltiples por su criminalidad, por la traición a la confianza ciudadana, por la desproporcionalidad en el recurso de la fuerza, por la ilegalidad jurídica y por el abuso de poder dominante.
Pero un crimen o miles de crímenes atenuados o agravados por circunstancias sociales o políticas siguen siendo crímenes. Y las víctimas, más allá de su culpabilidad o inocencia explícita o implicita se hermanan en su condición. No hay víctima más moral o noble que otra.
Son víctimas. Simplemente víctimas. Punto.
Víctimas del destino?
Dejemos la discusión sobre las cantidades y su magnitud para otra oportunidad, por ser todavía materia irritativa y compleja. Entre la propaganda y la negación no vamos a encontar la verdad si es que deseamos recostarnos alguna vez en su áspera superficie.
Fijemos la mirada simplemente en ellas. En las víctimas. En lo diversa de sus condiciones y circunstancias.
Bebes robados, niña acribillada con su padre militar, jóvenes conscriptos desaparecidos, otros asesinados en un cuartel de frontera, familias secuestradas de sus hogares, policias despanzurrados por bombas, sindicalistas detenidos o asesinados en la vía pública, embarazadas sofocadas por corrientes eléctricas, militares fusilados en oscuros sótanos, jóvenes adormecidos para ser arrojados al mar.
Víctimas que fueron dejando decenas de familiares victimizados por las injustas pérdidas. Y un tendal infinito de acusaciones mutuas, anhelos de revancha, odio y venganza.
Hace treinta años unas víctimas les negaban a las otras sus derechos y reivindicaciones.
- Fuimos las primeras agraviadas por ustedes. Ustedes son culpables. Se lo merecen.
Hoy, las víctimas negadas ayer, investidas por la actual corrección política de superioridad moral, le niegan visibilidad, reparación y reconocimiento a aquellas víctimas negadoras del pasado. Justicia y penas para unos criminales, ninguna justicia ni pena alguna para otros.
Más allá de buscar exclusivamente castigos ejemplares, reivindicación política o reconocimiento ideológico sólo se podrá evitar la reiteración pendular cuando las víctimas puedan reconocer la humanidad del otro ultrajada del mismo modo. Eso no significa confundir víctimas con victimarios, sino igualar víctimas con víctimas.
Podemos aceptar el destino irredento u optar por un largo y árido camino que vaya cicatrizando mismas heridas, aceptando la marca sufrida en el alma y el cuerpo de toda otredad, aligerando la carga de sufrimiento común, optando por resiliencia en lugar de resistencia, hermanando intimidades y angustias y alivianando el peso común de la injuria recibida.
Victimas que atraviesen su destino, que comprendan sin justificar, que se reconcilien sin olvidar, que olviden sin negar. Víctimas que abandonen su condición victimizante, que trasciendan su dolor, que se permitan liberar de abusivos manipuladores y de anhelos falazmente justicieros.
Es lo que hacen las naciones, los pueblos y las personas humilladas por catastrofes sociales para superar la barbarie humanizada, la tragedia infligida, el fatalismo maniqueo, el pasado congelante, la asfixia del resentimiento, el círculo reiterado de la venganza y el desprecio.
Es una elección. Enterrar el pasado en la historia o permitir que el pasado nos ahogue en su perpetuo presente.
NOTAS AL PIE
1 De Heriz, Enrique, Mentira, Editorial Edhasa, 2005, pag. 529-530
2 Ejercito Revolucionario del Pueblo, organización guerrillera de origen trotskista, brazo armado del PRT (Partido Revolucionario de los Trabajadores) muy activa en los años 70 junto a la organización de izquierda perónista Montoneros, con el objetivo de la lucha revolucionaria y la toma del poder.
3 CGT Confederación General del Trabajo. Central única de los trabajadores de la República Argentina.
4 Golpe de estado iniciado el 24 de marzo de 1976 y concluido el 10 de diciembre de 1983, llamado Proceso de Reorganización Nacional.
5 "Tras la humillación que suponía que les afeitaran la cabeza en público, las tondues - las "rapadas" o "pelonas" - solían ser obligadas a desfilar por las calles, a veces al son de un tambor, como si Francia reviviera la revolución de 1789. Algunas eran untadas de alquitrán, otras iban medio desnudas y a algunas les pintaban la cruz gamada por todo el cuerpo.(...) En Villedieu, una de las víctimas fue una mujer que simplemente había trabajado como limpiadora en la Kommandantur. Sólo en el departamento de Manche, 621 mujeres fueron arrestadas bajo la acusación de collaboration sentimentalle. En otros lugares, a algunos hombres que habían trabajado voluntariamente en fábricas alemanas, también les afeitaron la cabeza, pero aquello solía ser una excepción. Las mujeres eran casi siempre el primer objetivo. Era envidia disfrazada de ofensa moral. La envidia la provocaba la comida que habían recibido como consecuencia de su actuación. Sencillamente, aquellas jóvenes eran el chivo expiatorio más fácil y vulnerable, en particular para los hombres que deseaban ocultar su falta de credenciales en la Resistencia". Beevor, Anthony, El día D, La batalla de Normandia, Editorial Crítica, 2009, pgs. 564, 565.
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