"La vida me enseñó que a veces no es posible seguir agarrado a las cosas hasta que duelan las manos, hay que saber soltar a tiempo, antes que el dolor sea caro para las manos y las cosas." Sammy Szusterman (1951-) argentino, arquitecto y amigo

domingo, 9 de septiembre de 2012

Poderoso Caballero, Don Dinero

Transcurrida una década de aquel 2001 de brutal caída, el reloj obsesivo de nuestra circularidad nacional nos vuelve a avisar que estamos en otra nueva gran crisis dineraria. Se percibe abiertamente como un malestar colectivo que atraviesa todo el tejido social.
Tal vez nuestra equivoca herencia española, rentista, jerárquica y mercantil, cero capitalista, sea la causa de ese confuso y simultáneo desprecio-deseo por el vil metal.
Sin embargo el dinero no es pecaminoso. Gobiernos y personas matan y mueren no por el dinero, sino por el poder equívoco que creen que de él emana.
El dinero mayormente es representación de valores: permite intercambio de bienes y culturas, transmite anhelos de progreso y bienestar, resuelve y canaliza disputas sociales, premia y/o castiga conductas y aptitudes, expresa desazones y viabiliza esperanzas. No es justo ni injusto. Es medio, nunca fin.
Cuando un gobierno atraviesa el umbral de la decisión íntima sobre los pecunios personales prohibiendo el ahorro y exaltando impiadoso el despilfarro del consumo, asesina el futuro y obnubila el presente. Ataca la esperanza -o su ilusión- de que ese ahorro pequeño o mayor, nos ayude a olvidar ese porvenir siempre incierto. Esperanza gracias al ahorro, no banal escenario de codicia.
Esperanza como noble afán protector para concentrarnos en un presente digno y vital, para amar, crear, estudiar, progresar, disfrutar, compartir o simplemente vivir con la música que se nos canta. Sin marchas castrenses ni partituras obligatorias.

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