Accidente: Suceso eventual del que involuntariamente resulta un daño.
(Real Academia Española)
Acostumbrados
a vaciar de sentido el lenguaje y la comunicación, como antesala del desprecio
por nuestras vidas, seguimos utilizando el término accidente para referirnos a esas
tragedias viales que nos estallan sorpresivamente.
Podemos
llamar accidente el violar luces rojas y amarillas, cruzar prohibidos pasos a
nivel, sobrepasar imprudentemente, burlar velocidades máximas o circular bajo
la mínima en carriles legalmente más veloces?
Es
adecuado definir accidente cuando trocamos cabeza por codo el lugar del molesto
casco, cuando aliviamos a los amigos de la obligación de cintar sus caderas y liberamos
a nuestros niños de control y protección?
Podemos
impunemente nominar accidente cuando no desaceleramos en rutas que cruzan
pueblos suplicantes de supervivencia peatonal, cuando despreciamos el rigor de esa
ley que no coincide con nuestro afán de burlarla, cuando nos mofamos hirientes de
sabios consejos viales en clases malditamente obligatorias?
Es justo nombrar
accidente al no encender guiños para giro/cambio
de carril, baliza de detención o luces bajas diurnas que ayudan luminosas a ver
y ser vistos?
Podemos
seguir hablando de accidente por rodar con gomas alisadas en vehículos
maltrechos escasos de luces y frenos, por mal estibar pesadas y peligrosas
cargas traseras en camiones envejecidos?
No es obsceno
subvertir la palabra accidente cuando conducimos levemente alcoholizados, escasos
de sueño o carentes de vital descanso, apretando nuestro auto contra el
paragolpe del vecino?
Bañémonos
de sinceridad y abandonemos el absurdo de una dura vez. Basta de hablar de
accidentes, dejémoslo para aquella vaca que nos cayó en la cabeza, esa cáscara
de banana que sorprendió impune nuestra vertical, para ese árbol que desprendió
su tronco sobre la briosa locomotora y para todo lo cruelmente absurdos que son
los accidentes.
Para el
resto hablemos de incidencias altamente posibles, ferozmente inevitables y
razonablemente periódicas y permanentes.
PD: agrego las imagenes de otro accidente ocurrido hoy 6 de noviembre en pleno centro de la Ciudad de Buenos Aires con dos víctimas fatales
3 comentarios:
Pero totalmente de cuerdo Señor; el accidente, el mal encuentro es aquello que no estaba previsto y que sorprende, el accidente es la pura contingencia (y no por ello menos traumático).
Pero todas esas otras cuestiones portan una necesariedad que las alejan pornográficamente de la contingencia. Claro que es traumático, como todo encuentro con la muerte (aunque sea ajena), pero de accidente NADA.
Un saludo.
No estoy de acuerdo. Los errores son accidentes como es un accidente nacer, conocer a la persona que compartirá nuestra vida, elegir una carrera o entregarse a una profesión. No es el nivel de riesgo, libremente asumido o sin asumir, el que determina que un hecho se produzca. Siempre hay una lotería pendiente sobre nuestras cabezas del que depende que la bola salga blanca o negra.
Amigos:
No confundiría el azar con lo accidental. Vivir, nacer y morir son hechos azarosos. Incluso tenemos el derecho de elegir como vivir y aún como morir. Mas no tenemos ningún derecho a dañar la vida de otros por propia desidia y/o desprecio a normas de convivencia que como sociedad hemos decidido imponernos.
un abrazo a ambos
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