Siempre ha creído que habría un último instante de luz. Un inútil destello final como el que solían emitir los televisores antiguos al apagarse. Hasta hace poco jugaba con la idea de escoger y llevar consigo algún objeto, un regalo para sus ojos, algo digno de ser mirado en ese instante y conservado en la memoria como salvoconducto al mundo de las sombras. Ya lo ha descartado: nada tiene por sí mismo tanto valor. Ahora siente que se acerca el momento y sabe perfectamente lo que quiere hacer."
Enrique de Hériz, Manual de la oscuridad 1
En la primera página sabemos que Victor Losa, premiado como el mejor mago del mundo se apresta a recibir su merecido homenaje en una Barcelona de estos tiempos. Sólo al revés de página comprendemos que se está quedando ciego. También descubriremos la potente relación con sus dos padres, el sanguíneo, muerto extrañamente a sus siete años y Galván, el adoptante, el maestro, el gran mago.
Unas páginas más y aún no sabemos si compartiremos una historia ínsipida y trillada o nos sumergiremos en un océano maravilloso, sorprendente, emotivo. En un mar estrellado con la cruz del sur ardiendo en el corazón. Que lentamente empieza a quemar.
Me es difícil explicar como hace Enrique de Hériz para ir atrapándonos en una telaraña placentera, "mágica" y misteriosa. Y como es que nos impulsará a deslizarnos por sus cautivantes páginas, atravesando ese áspero camino de la luz a la oscuridad, ignorando hasta el instante final si existe algún retorno posible.
Un recorrido a través de cimas a simas hacia otras cimas, en el que viajaremos ensimismados.
No es un manual para afrontar un destino implacable e inevitable. No encontraremos atisbo alguno de moralismo ni moralina, la menor intención de desplegar moraleja, de imponer línea para explicar el deber ser o el deber sentir ante el drama o la tragedia impiadosa.
Terminé de leer Manual de la oscuridad este sábado cuando se estaban apagando las últimas luces del atardecer. Y como pocas veces, quedé levitando en estado de vibración y turbación. Con un shock que aún perdura, a pesar de los malestares provocados por la oscura realidad política.
Uno podría creer que esta es una novela de "aprendizaje interior", de "bildungsroman", desde la soberbia inherente al ascenso rutilante hacia la redención judeocristiana.
Nada más alejado. El ascenso se plantea como la inevitabilidad de un talento inconmensurable, no como la exaltación narcisista del ego. Y la caída no tiene nada de matriz religiosa, de castigo implacable por dudosas culpas o pecados cometidos. La caída es fruto de la casualidad, una circunstancia intempestiva, no es destino sino devenir, un corte imprevisto, una marca casual nada causal. Imprevista como la vida, azaroso, sorpresivo. Y la resiliencia que Victor tendrá a mano, no es obligatoria, ni moral, ni redentora. Tómarla o déjarla. Es su opción.
Manual de la oscuridad es tan deliciosamente decimonónico como atractivamente sigloveintiunista.
Concientemente escrito en dos mitades, tan marcadas, tan unidas.
La primera nos llevará por la historia fulgurante de Victor Losa aderezada con relatos "magicos" de aquél siglo de galera, levita e incipiente modernidad. Una caterva de magos, ilusionistas, espiritistas y tramposos consentidos. Fabuladores admirables, geniales manipuladores, vulgares refutadores pseudocientíficos, engañadores seriales. Teatros llenos de adultos embelezados como niños.
El profesor Hoffman con su iniciático Modern Magic, el adusto John Nevil Maskelyne de Maskelyne & Cooke ilusionistas del Egyptian Hall , el audaz viajero Harry Kellar, Peter Grouse el ladrón inventor. Disfrutaremos también la caja mágica de Pepper y Dircks, el armario de Proteo y sus espejos desaparecedores, cartas mágicas, artefactos exóticos, dispositivos mecánicos de madera y cables invisibles. Siècle magique.
La segunda parte sabemos que tarde o temprano llegará. Y seremos sorprendidos. No hay apología de la ceguera, ni exaltación, ni condena, ni compasión. Aparece y oscurece, Visible y enceguecedora.
De Hériz la presenta sin el pesimismo asfixiante y cruel del Informe sobre ciegos de Sábato, ni con la voluntad aleccionadora de Saramago en su Ensayo sobre la ceguera. Victor la expresa descarnadamente, como un grito salvaje, sin calificativos ni misericordia, sin esa lástima que lastima. Luces perdidas, sombras blancas, moretones sorpresivos, encierro tabicado, eremita autoinfligido.
Sin embargo aparecen Alicia e Irina. Mujeres inesperadas que se cruzan con su obsesiva soledad. La redentora y la prostituta. La obstinada tallerista de la resiliencia y la artesana del placer hechicero.
Alicia presentando su Galería de Ciegos Famosos para ejemplificar su tenacidad: Monet, Ray Charles, Bach, Händel. Irina, bueno Irina hay que descubrirla.
En este Manual de la oscuridad no hay crimenes irredentos, ni misterios increíbles, ni códigos ocultos, ni velocidad acabalgada. Es sólo una historia. Pues de eso se trata la buena literatura, aunque a veces lo olvidemos. Simplemente contar una buena historia.
Como la de Víctor. Nada más.
NOTAS AL PIE
Heriz Enrique, Manual de la oscuridad, Edhasa,2009, pg. 317
2 comentarios:
me despertaste curiosidad... iremos a por él en cuanto se pueda...
No he leído el libro pero si puedo decir es que estoy de acuerdo contigo con respecto a las obras de Saramago y Sábato. Quizás ese personaje en su Galería de ciegos famosos debería incluir a Borges:
Esta penumbra es lenta y no duele;
fluye por un manso declive
y se parece a la eternidad.
Mis amigos no tienen cara,
las mujeres son lo que fueron hace ya tantos años,
las esquinas pueden ser otras,
no hay letras en las páginas de los libros.
Todo esto debería atemorizarme,
pero es una dulzura, un regreso.
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