Jefe de Gabinete de Ministros de la República Argentina Dr. Anibal Fernandez |
Venía duramente devaluado. En los últimos meses había perdido la policía y el potente manejo de la (in) seguridad pública. A la mañana ya no lo llamaban de esos molestos programas radiales donde podía vociferar a gusto y piacere. Sobre todo contra esa señora, altiva y orgullosa, decana del gorilismo mediático. La Jefa Indiscutida ya no le atendía el teléfono con la asiduidad que él se merecía. Su febril insistencia no lograba defenderse de las duras acusaciones de su enemiga interna, la actual dueña de las estériles comisarías federales. Hasta el (ex) amigo Alberto lo calificaba con prostibulario desdén y jocosa malicia. Pero de pronto, ante la atenta mirada de su profuso bigote, tuvo su nueva oportunidad:
- Que me vengan a hablar a mí, esos extranjeros antipatria, estúpidos, reaccionarios, imbéciles y criticones. A ver si un maldito Nobel a uno y unas bombas de la ETA al otro le iban a dar más prestigio que a él, un erudito y novel escritor de lengua larga y filosa, un brillante político de armas (literarias) tomar, un eximio adulador popular de púberes tuiteros y de blogueros neoprogresistas.
Sin embargo esa mismísima noche, tuvo una horrible pesadilla. El maestro, el paladín de la lucidez popular, el brillante combatiente antizonceras, el gran Don Arturo J. se le apareció, con su último libro autografiado en mano. Dio unos pasos, se acercó a su oído y le susurró unas palabras con extrañas resonancias imperiales:
-Es la inteligencia, estúpido.
No pudo dormir más.
No hay comentarios:
Publicar un comentario