"La vida me enseñó que a veces no es posible seguir agarrado a las cosas hasta que duelan las manos, hay que saber soltar a tiempo, antes que el dolor sea caro para las manos y las cosas." Sammy Szusterman (1951-) argentino, arquitecto y amigo

domingo, 24 de abril de 2011

zonceras del poder

Jefe de Gabinete de Ministros de la República Argentina Dr. Anibal Fernandez
Venía duramente devaluado. En los últimos meses había perdido la policía y el potente manejo de la (in) seguridad pública. A la mañana ya no lo llamaban de esos molestos programas radiales donde podía vociferar a gusto y piacere. Sobre todo contra esa señora, altiva y orgullosa, decana del gorilismo mediático. La Jefa Indiscutida ya no le atendía el teléfono con la asiduidad que él se merecía. Su febril insistencia no lograba defenderse de las duras acusaciones de su enemiga interna, la actual dueña de las estériles comisarías federales. Hasta el (ex) amigo Alberto lo calificaba con prostibulario desdén y jocosa malicia. Pero de pronto, ante la atenta mirada de su profuso bigote, tuvo su nueva oportunidad:
- Que me vengan a hablar a mí, esos extranjeros antipatria, estúpidos, reaccionarios, imbéciles y criticones. A ver si un maldito Nobel a uno y unas bombas de la ETA al otro le iban a dar más prestigio que a él, un erudito y novel escritor de lengua larga y filosa, un brillante político de armas (literarias) tomar, un eximio adulador popular de púberes tuiteros y de blogueros neoprogresistas.
Sin embargo esa mismísima noche, tuvo una horrible pesadilla. El maestro, el paladín de la lucidez popular, el brillante combatiente antizonceras, el gran Don Arturo J. se le apareció, con su último libro autografiado en mano. Dio unos pasos, se acercó a su oído y le susurró unas palabras con extrañas resonancias imperiales:
-Es la inteligencia, estúpido.
No pudo dormir más. 


miércoles, 6 de abril de 2011

los policías que abandonaron la santa maría de los buenos aires

Ministra de Seguridad Nilda Garré

Se levanto iluminada aquella bella mañana de otoño. Al mediodía llamó a la Presidenta, que emocionada la felicitó. A la tarde preparó las gacetillas de prensa que sus militantes periodísticos difundirían serios y orgullosos, una hora después.  Esta vez le habían dado una buena tunda a su maldito enemigo, bien bajo la línea de flotación. El enemigo, tras su primer asombro, festejó sonriente esa misma noche. Podria victimizarse una vez mas. Llamó presuroso a sus ministros que rápidamente convocaron a la prensa.
A la mañana siguiente miles de padres preocupados y niños despreocupados, centenares de enfermeras desprotegidas y médicos angustiados y millones de alegres porteños tendrían su merecido.

Buenos Aires no era una fiesta.

Diario Perfil
Diario La Nación 
Diario Página 12
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