"La vida me enseñó que a veces no es posible seguir agarrado a las cosas hasta que duelan las manos, hay que saber soltar a tiempo, antes que el dolor sea caro para las manos y las cosas." Sammy Szusterman (1951-) argentino, arquitecto y amigo

miércoles, 11 de marzo de 2009

dar testimonio

Artist's Hands Nancy Mueller Sheperd

Nací en el 59, en una familia porteña de clase media. El componente judío en su cosmovisión sionista se me fue inculcado lenta pero inexorablemente, por mandato paterno. Tan inexorable como la tan necesaria y determinante separación entre judaísmo y sionismo que se fue operando a lo largo de mi vida, y de la cual hoy quiero dejar mi testimonio.

No me inspira el rencor, ni el desprecio, ni tan siquiera el más leve repudio a la figura o a las ideas de mi padre, al que aún en su ausencia sigo amando. El formó parte de un tiempo y un espacio, en el cual el mundo se debatía entre las afirmaciones nacionalistas de múltiples signos junto con profundos anhelos de igualitarismo y liberación social.

Ese mundo hoy ya no existe. Pero uno de sus sueños, Israel, emblema trascendente del hogar nacional del pueblo judío se ha realizado. Muy a pesar de mi padre, el Estado sionista se ha transformado en una pesadilla, tanto para los judíos que han decidido vivir allí, como para el resto de nosotros, a muchos de los cuales no nos representa, ni nacional, ni política, ni espiritual, ni emocionalmente. Pero sobre todo una pesadilla sin fin para los árabe-palestinos, que viven a merced de su intransigencia, su arrogancia y su brutalidad.

Sin embargo, desde muy pequeño, y dentro de un marco muy sensible y amoroso fui educado en los valores judíos que mi padre creía indisolublemente ligados a la ideología sionista.
Concurrí a una escuela judía, que gracias a los desaciertos y complicidades de la dirigencia judeo-argentina de los 90, hoy ya no existe.
Guardo bellos e intensos recuerdos de mi infancia allí, pero dos, por su particularidad e intensidad aún mantienen la fuerza de su impacto.

El primero veo un aula con poquísima iluminación.
Al fondo seis enormes velas encendidas que me estremecieron (supongo que mis seis años las habrán visto gigantes) .
Conmemoraban los seis millones desaparecidos en la hoguera de la Shoa, algo decididamente incomprensible para un niño, inexplicable para un adulto. Esas velas estaban para recordar un holocausto, pero también para inculcar una temprana victimización.

El segundo recuerdo llenaba un patio con niños corriendo, jugando, divirtiéndose.
Junio del 67. Guerra de los seis días. Maestras en una escalera escuchando las últimas noticias. Que Israel estaba siendo atacada, que nuestra condición judía estaba en peligro, que tantos aviones derribados, que tantos tanques destruidos, que el enemigo sufría el nuevo heroísmo y la flamante valentía judía.
De pronto dos milenios de persecuciones, infamias, progromos, hogueras y hornos habían concluido. La perfecta construcción del mito sionista.

En la secundaria empezaron los problemas. El mundo acristalado de mi niñez se había roto. Y salí asperamente al mundo, cargado de ambigüedad y confusión.
Y fui lanzado como una flecha tendida al infinito por deseos y anhelos ajenos. Israel era el destino frustrado de mi padre. Y de pronto me encontré perdido entre diferentes lealtades y afectos. Mis compañeros y amigos se habían dividido entre mi juvenil militancia sionista y la escuela pública, laica, conflictiva e incluyente a la vez.

Cual era mi nacionalidad? Cual mi religión? Cual el sentido de mi existencia al fracturarse allá por mis catorce, mi conexión existencial con ese Dios único, acogedor y omnipotente a la vez?

La guerra del 73, la del iom kippur, volvió con la agitación de la supervivencia nuevamente amenazada. La infamia árabe al atacar en un día sagrado.
La propaganda manipuladora continuaba.

Llegué al clímax sionista en el 80 en mi primer y único viaje a Israel. En dos idílicos meses observé un país maravilloso, pujante, emotivo, inundado de vergeles y hombres y mujeres orgullosas. El otro país, Palestina, con sus habitantes sojuzgados, sus miserias inducidas, sus dolores, sus humillaciones me fueron deliberadamente ocultados.

Y esa otra realidad irrumpió abruptamente dos años después, cuando recibimos noticias del Líbano, donde Israel ya no era un país victimizado y agredido, sino incomprensiblemente agresor.
Aliado a brutales falangistas cristiano-libaneses. Cómplice imperdonable de éstos en los campos de Sabra y Chatila, que con sus niños y ancianos asesinados, revelaban que la crueldad ya no anidaba únicamente en los otros. Mi fe monolítica se resquebrajó.

Pasaron muchos años para comprender que Israel jamás había sido víctima de perfidia arabe alguna, que la agresión expansionista fue su norte, que la conquista territorial y nacional su fin.
Paradojas de la modernidad. La ideología sionista, extraña amalgama inspirada indirectamente en los bordes del bolchevismo y del nacionalismo ruso del siglo XIX se constituía en el último estado neocolonial del XX.

Descubrí la existencia de otro pueblo, otros derechos, otras realidades. Me alegraba cuando la paz se acercaba, seguida de una nueva e iterativa decepción. Comprendí que había otro Estado que reclamaba su existencia. Comprendí y comprendo que por los caminos del nacionalismo y la división, la paz es irrealizable.

Y en mi juventud y adultez fui optando por mi verdadera nacionalidad hispanoamericana, desarrollando un intenso afecto por mi país.
Argentina, tierra de inmigrantes, conflictiva, indisciplinada, creativa, culta, moderna y atrasada, expulsiva y contenedora. Un país con más futuro que pasado. Ejemplo presente de multiculturalismo, encuentro de religiones y creencias. Áspero para la política, ameno para la convivencia. Aunque pocos lo comprendamos y valoremos en su justa dimensión, imbuidos del presente abusivo de la sinrazón mediática.

Mis creencias íntimas fueron transmutando en un dulce y pendular agnosticismo que anega hoy en día, todos mis afectos, emociones, sentimientos y pensamientos. Libertad para sentir y amar. Anhelo de verdad y conocimiento. Disolución de todo velo manipulador y engañoso.

Había abandonado para siempre el gueto autoimpuesto, el clan acogedor, el muro divisorio, la condición victimizante, la frontera sectaria, la frágil caja de cristal y porcelana.

Ese abandono es el que me permite disfrutar y potenciar la libertad para y desde mis hijos, valorar la amplitud y variedad de mis amigos, apreciar y amar el cristianismo débil, bello y amoroso de mi mujer. Nunca le había contado, hasta hace unos pocos meses, mi historia en ese patio de escuela y no puedo olvidar su asombro, indignación y extrañeza ante algo que a mi siempre me pareció natural. Niños y maestras pendientes de una guerra tan extrañamente propia como brutalmente lejana.

Amar la diversidad, amar el islam, tan cercano al judaísmo, adorar el "choque de culturas y civilizaciones". Adorar los maravillosos momentos en que la humanidad fue una y diversa a un tiempo, como la España luminosa de sus dorados siglos, muy a pesar de un tal Aznar y sus notorios nostálgicos del monocromatismo.

Israel y el "pueblo judío" fueron quedando paulatinamente, cada vez más lejos. Para ser más claros, Israel quedó cada vez más lejos de mi, de tantos otros judíos, como del judaísmo mismo, al que visceralmente siempre rechazó.
Sin embargo, a medida que se iba descascarando mi sionismo, aún seguía creyendo que, aún con sus errores y horrores, Israel, era garantía de supervivencia para los millones de judíos diversos que vivimos integrados a cientos de países.

Hoy estoy convencido, sin ser el único dentro del complejo universo judío, que la verdad es decididamente inversa. La políticas sionistas de la nación israelí junto con el modo de su esencia étnicamente segregacionista constituyen el mayor riesgo, peligro y desafío para la existencia y coexistencia de judíos piadosos o asimilados, laicos o ateos, agnósticos u ortodoxos, liberales o socialistas, vivan estos dentro o fuera de los confines de la Tierra Santa.

Amén de constituir una amenaza perenne para la comunidad arabe-palestina que cohabita el mismo suelo.

El plomo fundiendo Gaza fue el molde que confirmó el oximorón de concebir a Israel como una nación democrática y judía. Es un Estado Sionista y punto, estandarte artificial de la discontinuidad con la tradición y los valores cosmopolitas del judaísmo. Mis ideas han seguido evolucionando desde mi post del 29 de julio del 2008 (ser judío) al punto de rechazar plenamente todas sus políticas. Creo que la partición de Palestina por la ONU en el 47 fue un fracaso, por lo que la creación de un Estado Árabe Palestino seguirá esa misma aunque evitable hoja de ruta. Me aproximo a los que sostienen que sólo la disolución pacífica del Estado hebreo que anteceda al nacimiento de un único Estado binacional , democrático, integrador e inclusivo de toda diversidad étnica, social y religiosa será la solución más realista al larguísimo dolor de Palestina. Vaya utopía.

La persistencia del conflicto, las vidas inútilmente perdidas de ambos bandos, los atentados en Jerusalém, Madrid o Buenos Aires, han sido hitos que, junto con los libros a los que me he ido animando, poblados por recientes descubrimientos arqueológicos y profundas investigaciones desmitificadoras, muchas de ellas desarrolladas por los nuevos historiadores israelíes, me motivaron a ver otra realidad y dar testimonio de ello.


Testimonio que necesito dar para intentar derramar algo de luz, antes de que la barbarie termine por imponer su lógica de hierro, la de responder con más barbarie para acabar con ella.


PD: Estoy terminando un libro apasionante, profundo, riguroso y esclarecedor, (que en un próximo post voy a comentar) de un catedrático judío de la Universidad de Montreal, Yakov Rabkin, (Contra el Estado de Israel, Historia de la oposición Judía al sionismo). Me espera la Historia de la Palestina Moderna y Limpieza Étnica en Palestina del prestigioso "nuevo historiador" israelí Ilan Pappe y el libro recomendado por el Dr. Freud, aún no editado en la Argentina, Como y Cuando se Inventó el pueblo judío de Shlomo Sand, libro cuestionador del mito sionista, paradojicamente éxito de ventas por meses en la mismísima Israel.

7 comentarios:

VICTOR VERGARA dijo...

Admirable, Miguel.
Cuando nos encontrábamos en mitad de la operación -plomo fundido-, te sugerí aportar tu visión y confesaste no encontrarte, en ese momento, en disposición de entrar en análisis, ni expresar tu interior íntimo e implicado en este entramado.
Transcurrido un tiempo prudencial, veo adquiridas y conseguidas una gran claridad, fuerza y decisión para hacerlo de la manera tan estructurada y honesta como lo has abordado.
Tu mismo has querido expresarlo de una manera muy bella: has deseado dar tu testimonio.
Después de la lectura, me interesaría mucho hacerte una pregunta: ¿te consideras una isla, o por el contrario tienes la certeza de que no eres el único, sino que incluso conoces personalmente a otros muchos judíos que al igual que tú han conquistado la libertad de pensamiento y conciencia? ¿Pensarías incluso que esta actitud podría ser algo inevitable, imparable y creciente?
Tu intervención, como siempre, es muy oportuna, en un momento en que muchos se quejan de que una vez que dejó de ser noticia de primera plana, cayó en el más absoluto olvido, como si todo se hubiese resuelto y todo estuviera bien por fin.
Un abrazo, Gracias por tu inapreciable testimonio. Volveré tras una segunda lectura.

víctor

miguel sznajderman, jazzmen dijo...

Víctor: consciente o inconscientemente, he respondido a ese pedido tuyo, de dejar por escrito mis ideas y sentimientos, sobre el largo y extenuante conflicto medio oriental.

Israel, implacable y arrogante ha vuelto a descargar sus bombas sobre el cuerpo de civiles palestinos, pero también sobre las conciencias de millones de judíos, a los cuales dice falsamente representar.

Y uno empieza a ver como se inunda el mundo de una indignación mayormente justa, que poco a poco va asociando brutalmente el repudio a las políticas israelíes con todo el colectivo judío universal, complejo, variado y contradictorio (como cualquier grupo humano)
De pronto millones de personas, integradas, respetadas y valoradas en sus propios países pasamos a ser culpables por acción u omisión de una guerra eterna de la que somos objetivamente ajenos, tanto en sus decisiones como en su valoración subjetiva.
Te invito a recorrer extensas páginas en la web, donde nobles personas de formación liberal democrática aparecen asociadas a los más diversos extremismos de derechas e izquierdas. Estos dos últimos, racistas furiosos que acusan de racistas al otro, como si el racismo israelí se pudiera combatir con racismo antijudaico.

Muchos llegando a plantear que habría que hacerles lo mismo que los "judíos" hacen a los palestinos.
Y si el verdugo se mimetiza con el asesino, pues cual es la diferencia?

Por eso y respondiendo a tu tan incisiva pregunta, como yo no participo activamente de ninguna actividad comunitaria judía, mis relaciones humanas tienen la proporcionalidad social, religiosa y política de la media del mundo en que habito.
Pero empiezo a detectar que cada vez hay más judíos (el maestro argentino israelí Daniel Baremboim es ejemplo de ello, el libro que próximamente voy a postear, otro) que se empiezan a separar irreversiblemente de Israel, no solo de sus políticas sino del ethos mismo de la existencia del Estado Sionista. (más correcto que decir Estado Judío o Hebreo que es una contradicción en sí misma). Lúcidos familiares de victimas del atentado a la AMIA del 94 han expresado estos días su repudio unánime al accionar militar de Israel en Gaza,(calificándolo correctamente de crímenes de guerra), rechazando también las preocupantes expresiones nativas de antisemitismo que intentan meter en la misma bolsa a los judíos argentinos con los generales israelíes.

La segunda parte de tu pregunta es si esta tendencia de separar al judaísmo de Israel es inevitable, imparable y creciente.
Intuitivamente tengo que responderte que sí, que en toda la "diáspora" se irán venciendo paulatinamente las resistencias tanto educativas como políticas del sionismo, en un movimiento amplio, profundo y convergente, no necesariamente homogeneo, unívoco, ni absoluto.

Tambien dentro de los israelíes, si es que logran aislar a sus componentes más extremistas, el cansancio moral, el drenaje continuo de vidas juveniles y una apertura a las ideas del otro harán a la corta o a la larga los efectos necesarios para producir el gran cambio. La disolución mayormente pacífica de la URSS y el extraordinario ejemplo del fin del apartheid sudafricano son ejemplos de posibilidades reales y objetivas.

También requerirá de una profunda transformación de la conciencia palestina desde su comprensible y actual nacionalismo extremo hacia horizontes de integración, convivencia y desarrollo común.

Puede, por supuesto ocurrir también lo peor y más trágico, pero eso será responsabilidad indiscutible en primera y decisiva instancia de Israel y los EEUU y por supuesto, después de Palestina y el mundo árabe.

Espero que mi testimonio ayude al primero de los dos caminos.

un abrazo
miguel

Doctor Krapp dijo...

Un largo y conmovedor texto que no quiero estropear con un comentario gratuito y circunstancial.
Creo que el estado de Israel es hijo del remordimiento y dudo que algo nacido del remordimiento pueda generar algo sólido y duradero si antes no se desembaraza de sus raíces y se alimenta de otras realidades.

miguel sznajderman, jazzmen dijo...

Dr. Krapp: gracias por tus palabras. Coincido plenamente contigo, Israel no es solo hijo del remordimiento, sino también de la manipulación política de todo el judaísmo en su exclusivo beneficio.

Y solo desembarazandose de sus equivocas raíces, como bien decis, puede llegar el cambio.
un abrazo
miguel

Félix dijo...

Una reyerta y los versos de Lorca: “aquí pasó lo de siempre / murieron cuatro romanos y cinco cartagineses”. Utilizo a veces estas palabras para intentar explicar a los niños que las guerras no son como los partidos de fútbol, que en esas competiciones nadie gana, que todos pierden, que fracasan y que la primera víctima es la verdad, que los gobiernos no son los pueblos, que la política no tienen por qué coincidir con los deseos de las ciudadanos.
También sabes que cualquier realidad, un segundo antes de materializarse, era una posibilidad, en cierto modo una utopía, y por este simple motivo merece la pena luchar o por lo menos hablar.
He tenido que mutilar el comentario y quedarme con:
¿Cuál era mi nacionalidad? ¿Cuál mi religión? ¿Cuál el sentido de mi existencia?
Creo que el mejor testimonio es dar a conocer aquello que te preguntas y posiblemente nos debiéramos preguntar. Las respuestas…son menos importantes, no así el camino que recorremos para encontrarlas.
Me llamó la atención y recordé una cita de Marco Aurelio: “Cava en tu interior, dentro está la fuente del bien y manará eternamente si cavas eternamente”.

miguel sznajderman, jazzmen dijo...

Felix: Gracias por tan bella parábola desde "aquí pasó lo de siempre / murieron cuatro romanos y cinco cartagineses" para definir el fracaso y el sin sentido de las guerras hasta el íntimo y esperanzador "Cava en tu interior, dentro está la fuente del bien y manará eternamente si cavas eternamente".

Sabes que compartimos misma pasión por las preguntas, que es finalmente lo que nos conduce despiertos y anhelantes por la vida.

un abrazo
miguel

MBI dijo...

Espacio de reflexión sin duda. Una carrera hacia delante con deseperación, la de esa violencia que esconde frustración por huir de la ansiedad de una mentira social: exito

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