"La vida me enseñó que a veces no es posible seguir agarrado a las cosas hasta que duelan las manos, hay que saber soltar a tiempo, antes que el dolor sea caro para las manos y las cosas." Sammy Szusterman (1951-) argentino, arquitecto y amigo

miércoles, 26 de noviembre de 2008

juventud o la pérdida de un tesoro mal buscado

El legado imprevisto de la década exultante
Al analizar la exuberante y contradictoria década de los 60, emblema de la avanzada modernista del pasado siglo, podríamos decir que legó a los decenios venideros, dos hechos destacados, uno de orden positivo y otro de rango negativo.

El primero de ellos ha sido la reivindicación de lo juvenil como estado de ánimo y de la juventud como actor excluyente de tal demanda.

Influyeron a tal fin varios factores, a saber: la resistencia a la opresión, (no ya de una clase social, sino de una franja etaria senil sobre las otras) la irrupción del rock & roll como vehículo de expresión, las protestas sociales a lo largo del mundo, (París y Praga 68, el movimiento por los derechos civiles) la repulsa a las intervenciones neocolonialistas, la consolidación de la moda juvenil, contestataria y emblemática.
Detectar y describir al resto de los factores decisivos del acontecimiento, será la próxima y excitante tarea que los cronistas de costumbres irán agregando a medida que progrese la historiografía de época.

No hace falta ser excesivamente ilustrado para apreciar lo positivo de la independencia de la franja etaria más juvenil respecto a antiguas imposiciones, patrones, valores y modas que le eran ajenas. Impulsó una corriente de vitalidad y dinamismo tanto dentro de las concepciones más humanistas como al interior de las más retrógradas.

Cual ha sido sin embargo la estela más negativa que dejaron los 60's, que se derramó y estagnó desde entonces hasta la actualidad?

A mi humilde entender, ha sido la reivindicación de lo juvenil como estado de ánimo y de la juventud como actor excluyente de tal demanda.

En una primera reacción la civilización repudió el impacto de tan brutal rebelión contra sus valores eternos y lentamente fue asimilando el revulsivo hasta transformarlo en una de sus más publicitadas banderas.

El consumismo depredador detectó rápidamente sus inmensos beneficios y aceleró el cambio. La sociología de masas, la teocracia psicoanalítica junto con las nuevas praxis comunicacionales fueron potentes canales que desvirtuaron el torrente positivo en un anegamiento absolutista y conservador. La cosmovisión juvenil pasó de revolucionaria a reaccionaria.

Los nuevos mandatos
Muchos hemos luchado por resistir a lo largo de nuestras vidas, aquellos mandatos ancestrales, que reprimían el placer, abortaban la libertad, asfixiaban la belleza y sofocaban la creatividad.

Pero han aparecido nuevos y letales dictados, con consecuencias no deseadas, pero no menos dañinas. A uno de ellos lo hemos elevado a la categoría de lo divino: el mito de la eterna juventud.

Por supuesto que no estoy rechazando la enorme contribución al vitalismo y a la frescura, ni tan siquiera estoy negando la independencia de criterio y los valores implícitos y explícitos de toda razón juvenil. Sería una mala lectura de mis dichos e impropio de un incorrecto político y social como el que suscribe.

El problema no es la "juventud" como tal, sino su imposición como estandarte de poder, como valor excluyente y dominante. El problema no radica en ser jóvenes sino en "deber" ser jóvenes a toda costa y a cualquier precio.

Ese "deber ser" se ha transformado en un destino ineludible, en un objetivo supremo a alcanzar y una meta a mantener hasta nuestra propia muerte. Muerte que sobrevendrá primero cuando nos rindamos ante lo inevitable, cuando abandonemos la lucha por sostener el artificio. Dejar de ser jóvenes equivaldrá a nuestra anticipada muerte social, prolongando lánguidamente todo resabio vital hasta el fin.

El mandato de la hora es convertir el ideal juvenil en un presente continuo, en una adolescencia perpetua refractaria a todo sufrimiento, carente de esfuerzo, goce y compromiso.

El eterno retorno de un tal Wilde
La humanidad no ha ahorrado esfuerzos por alcanzar el mito de la juventud eternizada. Y aquí nosotros, generación sesentista mediante y con el impulso irresistible del milenio, lo hemos logrado.

Dorian Gray no dejaría rastros de su juventud malhabida en lienzo alguno. Jamás habrá transmutación material entre arte y realidad pues sus espejos reflejarían su lozanía e identidad, repetidas ad-infinitum.

DG, hoy se vería bello y radiante, botoxdependiente, sutilmente lipoaspirado, con un rostro nuevo clonado y siliconado. Gozaría de sus recién estrenados 117 años en forma, rozagante, brillantemente dentado, con un par de pupilas coloreadas por lentes multicolores. Y si todo eso no resultara suficiente, bastarían unos clics photoshopeados para atraer o seducir toda atenta mirada ajena.

Pues básicamente de eso se trata ser jóvenes hoy. La eternidad por una mirada. La vista del otro, que es la única que reconforta, imprime sobre nuestras existencias una obsesión dura y asfixiante: ser siempre joven, bello y adolescente.

La visión dominante que ilumina y encandila el presente, se convierte en vengativa ceguera sobre toda vejez, senectud y fealdad que ose enfrentar su justa supremacía. La propia vida atada al yugo del aprecio o el desprecio visual. Rotas las viejas cadenas del consejo de ancianos, que vivan pues los nuevos lazos del absolutismo juvenil disciplinador.

Todos sabemos que hemos dejado de ser, hace poco tiempo, una civilización lecto-escribiente para convertirnos en una cultura imagen-absorbente. Obviamente esta acelerada travesía va dejando huellas, imponiendo costas, desparramando residuos y toxinas.

Acompañan este hermoso viaje muchos padres gustosos por abandonar el duro oficio de la paternidad para convertirse en figuras calcadas de sus hijos, borrando las diferencias de edad, invirtiendo y delegando el mando en la juventud de ellos. Mando paternal que debiera estructurar limites, comprensión y afecto, convertido en lazo equitativo de una vida sin destino.

El mito de la eterna juventud convierte a hombres y mujeres en corpóreas carcasas carentes de amor, inteligencia y coraje. Jóvenes eternos dispuestos al sacrificio oscuro de la mutilación programada, a la inyección intracutánea de panaceas y elixires sintéticos, al agotamiento deportivo glorificado por el martirio sufriente e idealista.

Y si no nos dedicamos a estos dramáticos menesteres, pues nos queda el mandato cruel y decisivo de la cultura y sus sutiles imposiciones, cargadas de emociones equivocamente adheridas a nuestra vida.

Y añoramos "nuestra época", aquella de nuestra "perdida e idílica juventud", de cuando fuimos felices y bailábamos de tal modo o escuchábamos a aquel otro, o luchábamos por "ese glorioso ideal". Única etapa vital capaz de ser recordada, estimada y valorada. Como si algún perverso malviviente supraestelar hubiera decidido limitar la validez de nuestras vidas a "aquellos dorados años".

Con el riesgo de trocar el desafío de vivir, por un relato anegado de melancolía y nostalgia, no nos quedan más que dos opciones. Seguir siendo "jóvenes", evitando así el anticipado retiro de nuestra existencia o languidecer en un largo lamento por una época perdida que nunca supimos cuando ni porque terminó.

Ser eternamente jóvenes es construir un pasado ficticio e ideal, abandonados en un presente estéril y perpetuo a la vista indolente de un futuro vaciado de porvenir.

Juventud o vitalidad
Cumpliendo con el mandato subversivo de rechazar toda alternativa binaria, siempre podemos echar a mano algún tercer camino.

Recapitulemos, la vida no terminó. La juventud no es un estado emocional, no es meta ni objetivo. No es ideología, ni cosmovisión alguna. Tampoco es un valor. Tan errado resulta confundir juventud con vitalidad, como endilgarle sabiduría exclusiva a la vejez.

El tercer camino es la reivindicación de la "vitalidad".

La vitalidad no es un don, ni un regalo divino, ni una condición asociada a etapa vital alguna. No se adquiere con el crédito de un plástico, ni está disponible en alguna góndola repleta de novedades y chucherías.

Es simplemente una actitud, una postura ante el mundo, que implica nada menos que desplegar la majestuosa y emocionante tarea de darle "sentidos" a nuestra vida. Sentidos personalísimos e indelegables, listos para ser descubiertos, subidos a esa humilde barcaza llamada vitalidad, dispuesta para atravesar hostiles mareas y delicadas tempestades.

Vitalidad para acompañar la corta o extensa vida que se nos ofrezca, para crecer y madurar, para disolver caminos y atravesar fronteras, para llenar de dicha el esfuerzo y emoción el compromiso. Vitalidad compuesta de sensualidades y asperezas, de derrotas y batallas, de sufrimientos y placeres, de amores y resiliencias .

Sé que no faltaran voces de desdén y repudio, argumentando que próximo a cumplir la mitad de un siglo en este XXI, he dejado de ser un joven, que me inunda el resentimiento combinado con la envidia y que mis dichos nacen obnubilados por la nostalgia de lo irremediablemente perdido.

Sin embargo si me dieran a elegir en volver a mis 18 o cumplir dentro de seis meses mis primeros 50 y ante lo imprevisible del futuro, no dudaría en preferir la flecha audaz del devenir, a la catapulta oxidada hacia un pasado añorado, pero nunca vivido. Y si no tuviera más que dos opciones a elegir, pues elegiría siempre la tercera.

Sé que envejecer es obligatorio pero crecer es decididamente optativo.



"Un rostro sin arrugas es como un pliego de papel en el que no hay nada escrito."
Jean Paul Richter (1763-1825)



AL PIE
Agradezco a el Caballero Negro en su post por ser el disparador de esta nota. "Aquel que desee ser eternamente joven podría tener la desgracia de que su deseo se cumpla..."

14 comentarios:

Félix Amador dijo...

Amigo Jazzman, gracias por pasar por mi blog.

Me he anotado como seguidor del tuyo con la esperanza de encontrar tiempo para leer todo lo que tengo pendiente, incluidas tus reflexiones.

Coincido con algunas ideas que he ido leyendo al azar. Este siglo se está saliendo de los raíles y nadie nos da explicaciones. Veo que tú posees algunas.

Un saludo. Nos leemos.

Félix dijo...

Por un momento, al leer el artículo, me he sentido como Ebenezer Scrooge. Jazzmen se convierte en los espíritus de las navidades pasadas, presentes y futuras. ¿Tenemos que recordar?
¿Dónde está la “década roja”? ¿Se pudo vencer al “principio de realidad”, a “la fuerza normativa de lo fáctico”?
No creo que jazzmen esté buscando nuestras implicaciones en “historias pasadas” porque quiere ir un poco más lejos y deberemos de algún modo posicionarnos o quedarnos quietos contemplando cómo cambia el retrato de Dorian.
Y se me ocurrió que este “vitalismo” tenía algo que ver con las propuestas de Unamuno sobre la forma de entender la vida y comprender estas curiosas navidades de Ebenezer: la verdad y la vida. No sé si los tiempos, las personas, están para admitir que el motor de la vida es “la sinceridad” y que el peor vicio “la mentira”.
No sé si los tiempos, las personas, puede comprender que no es suficiente con no mentir, es necesario decir “la verdad” y esto puede ocasionar serios problemas y complicaciones.
Pasearé junto a los “vitalistas” en unas navidades futuras, pero no he terminado de conseguir un comentario que esté a la altura del artículo y eso me deja con mal sabor de boca y tendré que ser “sincero” y reconocer que otros definieron y explicaron mucho mejor que yo lo que quiero decir, en este caso Pessoa:

Para ser grande, sé entero: nada
Tuyo exageres o excluyas.
Sé todo en cada cosa. Pon cuanto eres
En lo mínimo que hagas.
Así la luna entera en cada lago
Brilla, porque alta vive.

Caracola Light dijo...

Excelente.
Con una buena crema antiarrugas y buenas píldoras de la felicidad podría mantenerme siempre joven y vital, no?
Me ha gustado mucho esta entrada.

DR. FREUD dijo...

Qué decir tiene que me ha parecido fantástica exposición sobre la lucha narcisita. Me ha encantado el final, que crecer es decididamente optativo. Qué bien usa usted las palabras.
Saludos.

miguel sznajderman, jazzmen dijo...

Felix 1: Es un gusto seguirnos mutuamente. Espero gustoso tus comentarios.

Felix 2: Siempre me sorprendes. Es muy grato compartir una poesía de Elliot, de Pessoa, que acompañe lo que escribo y ofrezco a mis amigos. Y creo que siempre estás a la altura ya que ambos preferimos la belleza y la inteligencia a la medianía y la uniformidad general.
Soportandome: comparto tus ironías. Necesitamos cremas de altísima calidad para enmascararnos dentro del universo "juvenil".

Dr. Freud: gracias por tus palabras.

ana. dijo...

Siempre es enriquecedor leerte Miguel. No he perdido mi capacidad de asombro, las ganas de vivir a pesar de, el impulso creativo, aún creo en la posibilidad de lo imposible y vivo cada día con pasión e intensidad....tengo 42 años y como vos decís, prefiero creer en la vitalidad y no en modelos o mandatos preestablecidos de falsa juventud. Un abrazo.

Anónimo dijo...

Ya estás en la Unión Literaria!!
Ahora si quieres tener tus post debes formar parte de la Elite..
Además podrás ser nombrado 'Blogger ilustre', ser homenajeado en la sección 'Blog del Momento' y muchos más..
Forma parte de la Elite y has conocer tus escritos!

MBI dijo...

Me ha parecido, de verás bueno de verdad, este blog. Coloco link y abro ventana en breve.

MBI dijo...

Optativo...?????
It´s too late...

Maritoñi dijo...

No irá usted Mr Jazzman a cerrar el blog? Hace mucho que no publica. Saludos!

Caracola Light dijo...

Yo tmabién le echo de menos!

miguel sznajderman, jazzmen dijo...

Maritoñi y soportandome: a veces la inspiración me abandona. Desde ya que no voy a cerrar este maravilloso lugar de encuentro. Estoy preparando una nueva entrada. Tal vez sea muy exigente y me tomo el tiempo para publicar algo que pueda tener sentido y valor. besos

miguel sznajderman, jazzmen dijo...

ana.
siempre es un placer tenerte entre mis amigos compartiendo emociones y sentimientos.
besos
miguel

miguel sznajderman, jazzmen dijo...

MBI: un gusto tenerte entre nosotros.
besos
miguel

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