Lo más notable del acervo político-cultural del kirchnerismo es que indiscutiblemente ha alcanzado la Verdad. Es a ella a la que remiten su praxis, es por ella que omiten sus incoherencias y es desde ella donde emiten todo su relato. El único asunto que se les escapa es que la Verdad como conquista humana es totalmente inasible y paradójicamente falaz. Las almas inquietas, los pensadores atractivos, los artistas inconformes y los científicos lúcidos valoran solamente su búsqueda, pero detestan su posesión. Saben que tenerla y ostentarla es signo de su muerte y decadencia. La de ellos y la de la verdad.
En la lógica de posesión de la Verdad (absoluta obvio, ya que una relativa es un oximorón) el kirchnerismo incendia por ceguera y arrogancia sus logros, relativos y modestos pero logros al fin. Y amplifica obsesivamente sus desatinos que, sostenida y firmemente, fagocitan sus pequeños -y cada vez más pobres- éxitos.