Nos domina la incertidumbre. apretados los dientes las próximas horas. No sabemos hasta último momento si nuestro barco será conducido fuera de la tormenta o caerá devorado por las aguas en un nuevo naufragio.
Miramos a nuestros navegantes: la épica y arrogante Capitana, el lenguaraz Contramaestre y el juvenil Oficial de Puente, inexperto cual novel marinero.
La tormenta perfecta pudo ser evitada. La mala lectura de las cartas náuticas, la impericia naval y la absurda creencia de que todo el mar está en nuestra contra los indujo a navegar hacia el desastre.
En medio de la tormenta, por los altoparlantes de la gloriosa nave azuzan a la marinería extasiada con diatribas furibundas contra los cinco océanos, el mar del salvaje capitalismo, el mar financiero, el mar judicial americano, el mar neoliberal, el mar de los sargazos y los buitres. Y los marineros sordos y necios, rumbeando felices al abismo.
-Capitana excepcional. Gloria y loor a los oficiales. Al infinito del mar y más allá!!!
Mientras tanto en los camarotes y la cubierta los pasajeros temblamos. Aún los confiados e ingenuos que hace tres años eligieron a estos tripulantes. Una ínfima minoría nos habíamos dado cuenta antes, repudiados alegremente.
No es nuestro navío, no son los mares ni los océanos, son la capitana y su vidriosa oficialidad los responsables del triste derrotero. Como uno anterior, el simpático y venal capitán patilludo, ese que prefería más viajar a estribor que a babor. Ávido de vaciar impunemente las bodegas igual que la Épica Capitana. Formado en la misma Escuela Naval, la que ha convencido a todos los pasajeros que es la única que sabe tripular la bicentenaria y maltrecha Fragata, otrora orgullo de los Mares del Sur.
Las escoras que esta Escuela Naval han dejado en el casco tal vez necesiten décadas de reparación. Y otros tripulantes más capaces, más honestos, de mejor formación.
Y el barco avanza...nuevamente al abismo oscuro del implacable océano.
Se salvará esta vez?
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